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Vie, Abr

El columpio resucitador, perros de dos cabezas y otros experimentos científicos extremos

Ciencia y tecnología
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El libro «El científico loco» busca los referentes reales detrás de este personaje tan estereotipado

¿Cómo imagina usted a un científico loco? Seguramente en su cabeza se haya creado una imagen de un ser desaliñado, con una bata blanca, mezclando componentes que emiten humos fluorescentes. Detrás de los gruesos cristales de sus gafas, unos ojos muy abiertos que viajan entre la máxima concentración y la demencia se enfrascan en unos libros, unos papeles, unos experimentos con líquidos o delante de una camilla y algo que parece muerto, ajenos a la sociedad que les rodea, solo atentos a sus objetivos, que van incluso más allá de la ética. ¿Le suena?

El esterotipo del científico loco se ha reproducido en novelas, películas, series y cómics hasta la saciedad, atribuyéndole una serie de características que todos damos por comunes. Pero, ¿por qué? ¿qué hay de realidad en todo esto? Eso es lo que trata de descubrir el libro «El 'científico loco': Una historia de la investigación sin límites» (Alianza editorial), una obra en la que el químico Luigi Garlaschelli y su esposa, experta en cómics, Alessandra Carrer, aplican el método científico para analizar los «rasgos sobresalientes» de esta « especie desconocida». Así, han analizado algunos de los muchos científicos que llevaron a cabo experimentos extremos entre la vida y la muerte; lo visible y lo invisible; y la Tierra y el resto del Universo, incluso con extraterrestres encarnados en mapaches fluorescentes


Sin duda, uno de los «científicos locos» por excelencia en la ficción es Víctor Frankenstein: el estudiante de medicina que consigue dar vida a un monstruo creado a partir de diferentes retazos de cadáveres humanos. Creado por la célebre Mary Shelley (1797-1851), cuya novela se convirtió en referente para cientos de obras posteriores,Frankenstein no fue creado de la nada.

«Entre los siglos XVIII y XIX una nueva moda, debida al renovado interés por la electricidad y por los increíbles descubrimientos relacionados con esta, se difundió entre los científicos europeos: el intento de devolver la vida a seres -humanos o animales- dfuntos o, al menos, estimular artificialmente su movimiento», escriben Garlaschelli y Carrer. Célebres eran los experimentos de Giovanni Aldini (1762-1834), quien conseguía mover la mandíbula o la lengua de una cabeza de ternero (muerto). Pero quería llevar la técnica más allá.


El 17 de enero de 1803 George Foster, de 26 años, fue ahorcado acusado del asesinato de su mujer y su hijo. Recién muerto, lo descolgaron y se lo llevaron a Aldini, quien pasó una corriente de 120 voltios por diferentes partes de su cuerpo. Los asistentes a tan macrabro espectáculo le vieron mover una pierna, una mano cerrarse, cómo su cara hacía muecas e incluso cómo abría los ojos. «Finalmente, Aldini conectó un polo a una oreja y metió el otro en el recto, y todo el cuerpo del cadáver fue sacudido por horrendos temblores y convulsiones», cuentan los autores.
El experimento, aunque realizado cuando Shelley solo contaba con seis años, fue tan célebre que es imposible que su eco no llegase hasta sus oídos, alimentando la base de uno de los científicos locos imaginarios más famosos de todos los tiempos.