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«Pregunto a estudiantes de México qué quieren ser de mayores y dicen que narcos»

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Entrevista a Marcela Turati, periodista mexicana especializada en las víctimas de la narco violencia

Acapulco Gro., 18 de diciembre del 2017 (ABC)«Soy una periodista mexicana que se siente corresponsal de guerra en su propia tierra», se define Marcela Turati (Ciudad de México, 1974), a quien la violencia le hizo cambiar totalmente de trabajo y casi de vida: pasó de cubrir la pobreza a militar en la defensa de la libertad de expresión con todo lo que eso implica en México. Como ella, decenas de reporteros de este país no necesitan colarse en Siria para narrar un conflicto que en la última década se ha cobrado más de 170.000 muertos

. Cada cierto tiempo, los medios y activistas descubren fosas con centenares de cuerpos, y fotografías con hombres y mujeres colgados de los puentes se comparten en las redes con una tolerancia ante la violencia que asusta. Los que la denuncian también se juegan la vida: desde el año 2000 más de un centenar de reporteros han sido asesinados, 11 en este último año. Fundadora de «Periodistas de a pie» y dedicada a la lucha por la libertad de prensa y expresión en México, Turati forma parte de la lista de los 100 periodistas más influyentes que cubren el conflicto armado en el mundo publicada por la ONG Acción Contra la Violencia Armada (AOAV, por sus siglas en inglés).

Ha venido a la Casa Encendida de Madrid (en un encuentro coordinado por Asociación de Mujeres de Guatemala AMG) a hablar de periodistas silenciados y que deben dejar de investigar.

Hay muchos periodistas que han tenido que renunciar al espíritu de investigación por miedo y amenazas porque hay gente que ha sido torturada, asesinada y desaparecida. Tanto que sabes lo que está pasando y hay gente que prefiere vivir de forma tranquila y otros que a pesar de los riesgos siguen investigando, y entre ellos, muchos no lo hacen público. Están escribiendo libros y esperan un momento menos riesgoso para hacerlo público. Igualmente, hay otros de los que no se va a saber que la información es de ellos y la ves luego publicada en prensa extranjera.

Con todo lo que ocurre parece que muchos mexicanos de las ciudades, también periodistas, sienten que la violencia viene casi de otro continente.

En México está el fenómeno de la normalización de la violencia: 150.000 personas asesinadas desde 2007. La cifra de 30.000 desaparecidos se convierte en drama cuando hay una familia o comunidad detrás afectada. Cuando nos invitan a foros nos decimos: “¿Vamos a contar otra vez lo mismo?”. No hay esa solidaridad, esa reacción y preocupación real de lo que pasa en México. Sentimos que nos olvidaron. Hay solidaridad, pero falta tomar consciencia. En México hay muchos sectores que no quieren ver y ni siquiera leer los medios para enterarse de lo que está pasando porque la realidad es muy dura.

Un reportero fue a un partido de béisbol de la liga infantil y, de pronto, se le acerca un tipo y le dice: «Usted tiene que escribir sobre ese niño, que es el hijo del capo y si no, va a pagar las consecuencias»

Mejor meterse en temas culturales que investigar el narco...

En 2008 yo escribí un libro que se llama «Fuego cruzado» sobre las víctimas de guerra contra el narco. Primero lo escribí por la urgencia, viajaba a Ciudad Juárez y veía lo que pasaba masacres, desaparecidos, huérfanos, llegaba al DF y era como llegar a otro país. Estaba en una fiesta o en la redacción y empezaba a contar lo que había visto y me trataban como aguafiestas: les parecía muy difícil entender lo que pasaba. Esto pasó hasta 2008, cuando hubo una marcha nacional, la caravana por la paz, que logró montar todo un movimiento nacional de víctimas que se movilizaron por todo el país. Mandaron a varios reporteros por todo México y llegaron llorando: «¡Hay desaparecidos, hay muchos muertos!», gritaban. Eso mismo lo habíamos estado publicando. ¡No leían ni su propio medio! Se crean burbujas donde la gente no se quiere enterar. No se quieren solidarizar hasta que desaparecen a alguien de tu familia. No reaccionan hasta que no estás en una balacera y la violencia se está acercando. Ya no podemos decir que haya una fuente de información que sea segura. Conozco periodistas que cubren Deportes y creen que por cubrir esta información no les pasará nada. Una vez me contaron que un reportero fue a un partido de béisbol de la liga infantil y, de pronto, se le acerca un tipo y le dice: «Usted tiene que escribir sobre ese niño, que es el hijo del capo, y si no, va a pagar las consecuencias». O hay algunos que están cubriendo algún evento social y descubren que los músicos trabajaban para un cártel; y en una fiesta entre políticos y se dan cuenta de que tienen fotos comprometedoras. Todo está tan mezclado que es como caminar a ciegas. Entrevistas al gobernador y no sabes para qué cártel trabaja, a un alcalde y no sabes con quién juega, con un sacerdote y no sabes a quién va a avisar. Es ahora muy complicado hacer periodismo en México.

¿Puede denunciarse en los periódicos la presunta connivencia del Gobierno con la violencia?

Claro que sí. Trabajo en la revista «Proceso». Ahí y en otros medios se han publicado pruebas de alcaldes que trabajan para el cártel organizado, procuradores de justicia y gobernadores que no pueden entrar en EE.UU. por narcotráfico. Hace unas semanas, aparecieron reportes de dos gobernadores de Coahuila, donde han desaparecido miles de personas, que trabajaban para los Zetas. En Veracruz, ha aparecido otro con vínculos y ahora está detenido. Todos son del PRI. No se sabe quién trabaja para quién. Llevamos décadas con esto. Desde el principio son uno mismo. En la desaparición de los 43 estudiantes de la Normal de Ayotzinapa, las investigaciones de la comisión interamericana de los DD.HH. indican que en el operativo participó la policía municipal que trabajaba para el narco, así como el alcalde y grupos de sicarios del cártel de Guerreros Unidos. Todo parece indicar que los estudiantes, para irse a sus manifestaciones, tomaron el autobús equivocado: estaba cargado de heroína que iba hacia EEUU. La pinza de autoridades y narco para detener este autobús terminó con la desaparición de todos y aún no sabemos dónde están. Las autoridades que tendrían que investigar alteran pruebas, desaparecen partes del expediente ensuciando la escena del crimen para que de pronto ya no se sepa qué pasó; que nadie conozca la verdad y no se hable mal del Gobierno mexicano; que todo quede en la nebulosa. Hay demasiadas pruebas de que ahí hay una colusión criminal de todos.

¿Por qué durante el Gobierno de Peña Nieto están siendo asesinados más periodistas que nunca?

Tenemos 111 periodistas asesinados desde el 2000 sin contar los desaparecidos. Son 30 desde la llegada al poder de Peña Nieto. Este año y el pasado han sido los más altos en asesinatos de periodistas: 11 este año y el pasado. ¿Qué está pasando? La impunidad. Que no se investigue ninguno de los crímenes es una invitación a seguir agrediendo a periodistas. No hay ningún costo para quien quiera silenciar a un periodista, cualquiera lo puede hacer.

¿Por qué tanta impunidad?

Ahora se debate la Ley de Seguridad Interior -a punto de ser aprobada- que permite a la policía federal, militares y a marinos hacer las tareas de seguridad pública y no rendir públicas la información de seguridad nacional. Esto lleva a que no haya ningún tipo de control y que puedan actuar discrecionalmente. Va también contra la protesta social. Es algo muy grave porque muchas de las muertes y desapariciones son cometidas por estas fuerzas en colisión con el crimen organizado. La universidad de Texas publicó un reporte sobre Coahuila donde analizaba el juicio de los Zetas y la connivencia policial en muchas masacres como la de los 72 migrantes o Ayotzinapa. Cuando empiezas a investigar una pista siempre te lleva al gobierno. Ahora podrán actuar sin rendir cuentas y es algo muy grave.

En alguna ocasión usted ha dicho que lo peligroso del PRI es que simula que todo va bien.

El Gobierno mexicano es experto en la simulación, si sabe que va a venir un informe de los relatores de la libertad de expresión que fueron la semana anterior ya tienen una ley preparada o una fiscalía especial. Cuando asesinaron a Javier Valdez, periodista muy importante de Sinaloa, a la semana ya tenían la foto del presidente reunido con parte del gabinete y gobernadores y diciendo que en cada estado habrá una unidad especial para vigilar la violencia contra la prensa; pero eso es en el papel, luego no les importa. El presupuesto aumentó, hay mas burócratas pero no hay un resultado real.

Ahora el PRI ha presentado a un nuevo candidato (José Antonio Meade). ¿Cómo lo ve?

El PRI está tratando de presentar al que llaman el candidato ciudadano y lo eligieron a él como para un poco sacudirse de su historial, pero tenemos por lo menos varios gobernadores encarcelados, otros con pedido de extradición y otros huidos.

Con todo lo que sufren los mexicanos, ¿por qué no se ha producido aún un estallido social?

No hay estallido social. La corrupción existe en todos los partidos y con diputados, senadores, candidatos que están muy relacionados con el crimen organizado. Aunque el PRI tiene toda su carga de corrupción, el crimen organizado está infiltrado en todas partes. ¿Por qué no hay una revuelta? No sé. La gente está cansada, está harta y tiene muchas presiones encima. En Iguala, el alcalde era del PRD y tenemos como en todos los partidos esta corrupción y la gente está cansada. Hay una impotencia instalada, no se están generando nuevas ideas sino que hay una depresión, un sentir que pase lo que pase nada se puede cambiar. La violencia también te desarticula.

 

La periodista Marcela Turati, durante la entrevista en La Casa Encendida-ISABEL PERMUY

¿No teme amenazas de muerte al denunciar lo que está denunciando?

Ya llevo varios años hablando. Es parte de lo que hago yo y otros periodistas. Si investigas las violaciones de los derechos humanos te amenazan en los comentarios de las noticias, que son pagados por el Ejército. Se especializan en amenazar: “Ojala te pase algo y te quedes en un fuego cruzado. Que nadie te salve”. La peor parte se la llevan los periodistas locales que están haciendo sus investigaciones, que todos saben dónde viven.

¿En quiénes puedes confiar entonces?

Sé de un periodista de Coahuila que lo llamaron una noche para decirle que acababan de secuestrar a su colega más cercano con el que cubrían notas policíacas y que seguramente irían a por él. Tenía unos minutos para reaccionar. Dice que se vistió, dio un beso a su esposa e hijos y se quedó esperando toda la noche a que fueran a por él. Le pregunté: “¿Por qué no huiste?”. Me respondió: “¿A dónde voy a huir o a quién voy a llamar si los policías y sicarios son lo mismo?”.

¿Tiene su país lugares a los que no puede entrar?

Sí, claro. Tamaulipas, que está junto a Texas, es un estado tomado desde hace una década donde para ir tienes que armar una estrategia de seguridad y necesitas a alguien que te monitoree. Hay un control por colusión de narco, policías y fuerzas de seguridad. Hay zonas donde no puede entrar nadie. Estás vigilado todo el día. Me ha tocado investigar la masacre de los 72 migrantes y a los seis meses en 2011 una fosa con casi 200 cadáveres. Es el lugar donde más gente desaparece pero no se habla de eso. Ahí hay una corrupción de todos. Hay un gobierno, alcaldes, militares, marinos y que nadie avise a los viajeros para que no pasen por ahí. De pronto se descubren fosas pero nadie investiga más. Descubrimos una fosa con 196 cadáveres y cuando vas a investigar ves que hay 100 personas más, pero hay una estrategia de gobierno de silenciar la información. Nadie quiere, ni los narcos ni los políticos, que se “caliente la plaza”, como se dice en el narco. Mejor silenciar a periodistas, sobornarlos o amenazarlos. Cada vez que amenazan a un periodista y hay que sacarlo del país gana el silenciador.

¿El narco capta hasta a los más pequeños?

Hay todo un fenómeno de los niños sicarios y de lo que no se habla tanto. Cada vez son más chicos los que están y trabajan. El primer trabajo que les dan es el de halcones, quienes avisan de los movimientos del Ejército. Poco a poco van subiendo de nivel. En algunas zonas la opción económica que existe es acercarse a los cárteles y que los financien después. Los ponen de cuidadores de sus bodegas y tal hasta que los ascienden de alguna manera para ser sicarios. También hay gente desaparecida que los han reclutado: en Tamaulipas muchos eran adolescentes que salieron de su casa y fueron capturados.

En Colombia algunas voces denuncian la banalización del narcotráfico cuando en la Puerta del Sol de Madrid, por ejemplo, se puso un cartel gigante para anunciar la serie Narcos, de Netflix. En México están los narcocorridos (que a menudo glorifican la brutalidad de los cárteles de la droga)...

(Interrumpe) Y series también como la del Chapo.

¿Es peligroso este fenómeno?

Sí, mucho. Me ha tocado en la Ciudad de México ir a escuelas secundarias a dar charlas a los jovencitos. Les pregunto qué quieren ser y responden que quieren ser narcotraficantes. Se ha glamurizado a los narcotraficantes, tanto que se deja a un lado el dolor que causan estos narcotraficantes y se les presenta como hombres poderosos, que pueden hacer todo y nunca se presenta a sus víctimas. El dolor que causan y lo que tienen que hacer para vivir: les han matado los hijos, se han convertido en eso pero con un costo personal muy fuerte. Les entregan la cabeza del hijo decapitado. De eso tampoco se habla. No más los vemos con sus camisas Polo, con sus Ferrari, las chicas… En esta escuela a la que fui les pedí que hiciéramos una reflexión. Hay quizá un Chapo Guzmán, pero la mayoría de los jovencitos que se meten van a ser asesinados a los tres años, como que hay uno entre miles que puede llegar a ser un capo de la droga y el costo personal va a ser muy fuerte. El sufrimiento que va a causar es muy fuerte. Lo que está faltando es conectar el dolor de las víctimas con estas expectativas y que la gente se dé cuenta que no es glamuroso ser un capo. Estas series y todos productos tan sesgados y los narcocorridos solo presentan el lado de la fama y no la otra parte.

Hay quizá un Chapo Guzmán, pero la mayoría de los jovencitos que se meten van a ser asesinados a los tres años, como que hay uno entre miles que puede llegar a ser un capo de la droga. El costo personal va a ser muy fuerte

En medio de todo el clima de inseguridad y asesinatos, ¿cómo se está tomando el feminismo en México? ¿Los feminicidios son secundarios entre tanta violencia? ¿Se puede comparar a lo que se está viviendo en Argentina?

Lo que estamos viendo ahora es una ola de crímenes contra mujeres. En México ha habido varias marchas, cada vez hay más interés y más documentación y también muchos casos terribles de chicas, niñas, adolescentes, jóvenes y de todas las edades que están siendo asesinadas. El tema está ahí pero la violencia hace que todo se pierda en la bruma de la violencia y la guerra. Ahora sí, se está visibilizando, muchas discusiones. Hay cada vez más denuncias. Sí hay este movimiento internacional de denuncia y está llegando a México. Lo que pasó en Argentina también está en México. Los machos se defienden y dicen que no pasa nada. Que es una locura lo de las mujeres y que son unas locas. Como en todos lados se están defendiendo. El tema está calando.

¿Las mujeres han sufrido especialmente la violencia del narcotráfico?

Hay diferentes tipos de violencia. La violencia contra las mujeres ha quedado tapada por las masacres del narco, pero también la hay dirigida especialmente contra las mujeres. Desaparecen muchas jovencitas y a muchas migrantes las toman de esclavas para diferentes trabajos. También está el fenómeno de las viudas de la violencia: mujeres que no encuentran a su esposo e hijos.