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Jue, Abr

Ascenso y caída de los personajes más excéntricos del trumpismo

Gobierno
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Como en sus «realities» antes de ser presidente, la Casa Blanca de Trump crea y destruye figuras estrambóticas, impensables en otras administraciones

Acapulco Gro., 19 de agosto del 2018(ABC) «Me voy a rodear solo de la gente mejor y más seria», aseguró Donald Trump antes de ser elegido presidente de EE.UU. «Queremos profesionales de primera línea». La promesa se recuerda cada vez que un nuevo miembro de su Gobierno se va por peteneras. El ejemplo más fresco es el de Omarosa Manigault-Newman, la estrella de su programa de televisión «El aprendiz», convertida en asesora de la Casa Blanca y ahora azote del presidente, con un libro de memorias explosivo y grabaciones secretas de la Casa Blanca.

Hubo otros antes: personajes lenguaraces, excéntricos, de reputación dudosa o ahogados en problemas éticos. La razón de que llegaran a altos cargos de la primera potencia mundial solo se explica en la caótica, personal, intuitiva gestión de Trump, nunca vista en EE.UU. Él los coloca y los quema. Algunos le sirven para cubrir una necesidad concreta o para distraer con el ruido de declaraciones estrambóticas. Todos serían divertidos, si Trump siguiera siendo un personaje televisivo.


Omarosa Manigault-Newman: la aprendiz se rebela

A Trump le interesaban dos características de Omarosa Manigaul-Newman: su lealtad y el color de su piel. Apenas había minorías en su equipo de campaña, y Trump fichó a quien fue uno de sus mejores descubrimientos en «El aprendiz» -inteligente, agresiva, maquiavélica- para congraciarse con el votante negro. Solo la segunda de aquellas características ha resistido al tiempo.

A pesar de las decenas de despidos y las guerras intestinas en la Casa Blanca, nadie había reaccionado con ataques. Omarosa fue la primera en tomar el camino pedregoso y revolverse contra su exjefe.

Una estrella de los «realities» vive de la atención, y Omarosa entendió que tendría mucha más si atacaba al presidente. Como demostró en «El aprendiz», donde está cómoda es en el papel de «mala».Este año participó en la versión de famosos de «Gran Hermano» en EE.UU., donde ya anticipó que contaría su experiencia con Trump en un libro y dejó pistas de que no sería un retrato amable.

El libro se publicó la semana pasada y, si no fuera porque se trata del presidente de EE.UU., sería una novela estupenda para la playa: rumorea con sus romances, le acusa de utilizar términos racistas, cuestiona su salud mental, atiza a casi todo su equipo -en especial al jefe de gabinete, el general John Kelly, que decidió su despido en un intento de poner disciplina- y pinta una Casa Blanca disfuncional, caótica.

La publicación ha venido acompañada de un aluvión de entrevistas, en las que Omarosa no ha parado de lanzar bombas contra el presidente y de cintas secretas. Al parecer, grabó todo lo que se le ponía delante en la Casa Blanca, y ahora lo está soltando con cuentagotas: el momento de su despido; una conversación sobre ello con Trump, que asegura no saber nada; dos miembros de la campaña que dicen que el presidente pronunció la palabra «negrata», un asunto grave en EE.UU.; la última, una oferta de Lara Trump, la mujer de uno de los hijos del presidente, después de su despido para que trabajara para la campaña de 2020 y no contara su historia. La reacción de Donald Trump ha sido furibunda: ha llamado a Omarosa «chiflada» y «escoria». Una opinión muy diferente a cuando la fichó para su equipo.