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Desde cuándo el ser humano sufre epidemias?

Ciencia y tecnología
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La primera se remonta al siglo de Pericles en el siglo V a.C y fue provocada por una bacteria; la última es la neumonía por coronavirus de Wuhan

Desde diciembre de 2019 los medios de comunicación siguen muy cerca la epidemia de neumonía por coronavirus de Wuhan, una ciudad de la China central. Una infección respiratoria atribuida a un virus procedente de una fuente animal, ya que el epicentro de la epidemia fue un mercado mayorista que comercializa murciélagos, marmotas, culebras venenosas, faisanes y otros animales salvajes.

Las epidemias no son algo nuevo, a lo largo de la humanidad hemos tenido que hacer frente a la aparición de enfermedades inéditas hasta ese momento. Así por ejemplo, la Europa del siglo XV conoció por vez primera una epidemia masiva de sífilis; hasta 1830 no se conocían casos de cólera y antes de 1981 el sida era una enfermedad ignota.

La aparición de estas infecciones, que se acompañaban siempre de una elevada mortalidad entre los afectados, produjo una enorme inquietud en la sociedad. El miedo a lo desconocido oscurecía la razón y desde todos los ámbitos surgía la irracionalidad apocalíptica.

El desconocimiento hacía florecer las reacciones más viscerales, que iban desde el rechazo social del enfermo hasta la idea de un justo castigo divino por llevar una vida licenciosa.

La primera epidemia

En el imaginario colectivo hay dos epidemias que brillan con luz propia. Una de ellas es la peste bubónica -peste negra- que asoló Europa en el siglo XIV. Actualmente se considera que se originó en Catay (China) y que desde allí la importaron comerciantes genoveses.

La otra es la mal llamada gripe española (1918) –ya que su origen se sitúa en Kansas (Estados Unidos)-. Esta enfermedad ocasionó la muerte de más de 50 millones de personas en tan sólo un año, lo cual supuso el fallecimiento del 10-20% de las personas infectadas.

En cualquier caso, para encontrar la primera pandemia de la Historia nos tenemos que remontar mucho más atrás. Fue hacia el 430 a.C cuando se desató la conocida como “peste de Atenas”, una epidemia devastadora provocada por una bacteria, Salmonella tiphy.

Se estima que falleció en torno a la tercera parte de los habitantes de la península helénica y que el epicentro se encontraba en un barco procedente de Etiopía que arribó en El Pireo. El historiador Tucídides escribió conmocionado: «Jamás se vio en parte alguna azote semejante y víctimas tan numerosas».

A esta seguiría la peste de Galeno en el siglo II d.C y la epidemia de Justiniano en el VI d.C, que se prolongó durante seis décadas.

Medidas preventivas: cuarentena y aislamiento

Desde las primeras epidemias, a pesar de que se desconocía el concepto de infección, se observó que el riesgo de enfermar aumentaba de forma proporcional al tiempo de exposición con el enfermo. Esto hizo que durante siglos se defendiera el axioma de que los enfermos irradiaban el mal y, en consecuencia, había que alejarse de ellos.

Las mentes más brillantes acuñaron dos conceptos profilácticos: aislamiento y acordonamiento (cuarentena y protección de fronteras). El aislamiento consiste básicamente en separar al enfermo -el que ya presenta síntomas de la enfermedad- del resto de la población para evitar que el contagio se extienda.

La cuarentena, por su parte, consiste en la acción de apartar a personas que se encuentran todavía asintomáticas pero que han tenido contacto con personas enfermas.

El término cuarentena tiene un origen religioso, aparece por vez primera en el Levítico (12;1-8) y hace alusión a los cuarenta días siguientes al parto durante los cuales la mujer era considerada impura y, por tanto, debía evitarse todo contacto con ella.

El cierre de fronteras también ha servido para evitar los flujos migratorios y, con ellos, la propagación de la enfermedad. Posiblemente el más llamativo fue el que llevó a cabo el imperio austro-húngaro en el siglo XVIII.

Se estableció la obligatoriedad de que cada hombre debía cuidar y vigilar la frontera durante 149 días al año, de forma que había casi 700 puestos fronterizos que impedían la entrada en el Imperio.

La perspectiva histórica nos permite ser optimistas con la epidemia de Wuhan, el Homo sapiens ha sabido hacer frente a las más terribles epidemias en momentos en los que no se contaba ni con la información ni con los avances tecnológicos actuales. Ahora no va a ser una excepción.