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Sáb, Abr

Nadal falla otra vez en su oposición a maestro

Deportes
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COPA DE MAESTROS ... El español, que sacaba para ganar en el segundo set, pierde contra Medvedev y sigue sin morder un título que le resulta maldito

(ABC).- Por lo que sea, Rafael Nadal nunca ha sido maestro ni lo será en 2020, y esa espinita la lleva clavada el balear, al que le importa mucho más de lo que cuenta saldar esa deuda histórica y completar un palmarés inimitable. Agota los últimos coletazos y se le resiste un torneo inhóspito para él, eliminado anoche en las semifinales por un terrorífico Daniil Medvedev cuando el español, en el segundo set, llegó a sacar para vencer. No remató y la consecuencia es otro intento fallido en su afán por instalarse en la eternidad. Lo volverá a intentar, seguro, pero ya no le queda mucho carburante en el depósito, doloroso el chasco esta vez porque tenía una pinta bárbara. El domingo, Thiem y Medvedev pelearán por la gloria que se le resiste a Nadal. 

 

En 2010 chocó contra Roger Federer y en 2013 le frenó Novak Djokovic, sus enemigos más íntimos. Nadal, iluminado en este tramo final de curso, capaz de compensar la falta de ambiente en el gigantesco O2 con actuaciones eléctricas, se imaginó al fin un domingo de fiesta en Londres, pero chocó contra Medvedev, al que dominaba 3-0 en el cara a cara y a quien, en el mismo recinto, remontó el año pasado un 5-1 en el tercer set del duelo que mantuvieron. Esta vez fue el ruso quien culminó una remontada de nota, más que merecido su premio.

 

El enemigo invitaba a estar más en tensión que nunca, pues Medvedev era el único semifinalista con pleno de victorias y encima sin perder ni un solo set, arrebatador en suelo británico. De hecho, el ruso es la raqueta más en forma de las ocho que aterrizaron en la City, campeón en el Masters 1.000 de París-Bercy e intratable en una pista rápida y bajo techo, un jugador difícil de descifrar porque cuesta mucho intuir por dónde van a ir sus golpes, tan especial y anárquica es su técnica. Con todo, se asomó al precipicio y a punto estuvo de caer en esa segunda manga, pero reaccionó como un coloso. Eso sí, no emitió ni un grito ni se le apreció un solo gesto de alegría, no va con él expresar las emociones. 

 

Nadal no tuvo argumentos de peso como para ilusionarse en el primer set, pero de repente, sin saber cómo, le dio un zarpazo letal a Medvedev, otro de tantos que se quedó con cara de incrédulo, por decirlo suavemente. El ruso llevaba un 100% de primeros saques, un robot sin fallo, pero en el octavo juego bajó levemente el nivel y el número dos del mundo le rompió en blanco para cerrar el set a continuación. Sufriendo con su saque (tuvo que salvar tres pelotas de rotura en contra en el tercer juego), sobrevivió a los terribles palazos de Medvedev cambiando las alturas y atacando con la derecha, valiente también con algún saque-red como si fuera especialista en la materia. Era, en cualquier caso, un 6-3 relativamente engañoso, pero venía a demostrar la capacidad innata de Nadal para competir mejor que nadie, maestro de maestros en ese arte.

 

Pese a la herida, Medvedev, frío como el acero, mantuvo el mismo plan, tampoco había motivos para cambiarlo. La principal diferencia es que nada más empezar el segundo set por fin hizo break y se escapó con un 3-0 impecable, rapidísimo en la ejecución y con ansias por llevar el pulso a un capítulo definitivo. Parecía inevitable, pero no hay nada peor que empezar a escribir de algo que se da por asumido con Nadal de por medio. Del saque para 2-5 a favor del ruso al 5-4 y servicio del campeón de 19 grandes, aunque no remató y el pulso llegó al juego decisivo.

 

Ahí, aunque con algo de fortuna (le salió un globo perfecto con la caña), Medvedev fue mejor y resolvió lo que tuvo que resolver mucho antes. Quedó el pulso pendiente de un todo o nada, y las sensaciones de Medvedev, francamente, eran mejores. Iba siempre Nadal a remolque, esquivando como podía las piedras que le llegaban, pero no pudo más y acabó doblando el brazo. Se fue casi en medianoche, sin almas para aplaudirle, limitado en su enésima oposición a maestro. En este año corona vírico, tan raro todo, el último partido, el que se imaginó Nadal, lo disputarán Thiem y Medvedev, dos alumnos maravillosos.