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Mar, Abr

GIMNASIA ARTÍSTICA... Simone Biles, un bronce y un legado

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La gimnasta se permite una última actuación en Tokio, aligerado el peso de la presión, y se cuelga la medalla más brillante, en barra de equilibrio, séptimo metal en su palmarés y segundo en estos Juegos

(ABC).- Se encendían los focos de nuevo por ella, orientados a una Simone Biles que volvió a sentirse gimnasta en la prueba de barra de equilibrios. La presión, admitió, se había convertido en una losa demasiado grande para lidiar en estos Juegos, y Tokio 2020 se quedó sin ver sus geniales actuaciones. De ahí que pueda hasta entenderse que su reenganche con los Juegos fuera, precisamente, en el elemento que se le da peor. En Río fue el único bronce después de cuatro oros; nadie esperaba que lo lograra aquí. Y fue bronce también, tras las chinas Chenchen Guan y Xijing Tang. Pero fue, simplemente, gimnasta, no la Simone Biles que todos esperaban antes incluso de que comenzara la cita olímpica. Quizá desde que acabara la de Río 2016.

 

Biles ha dejado en los anales de la competición de Tokio una sesión de clasificación en la que saltaron las dudas, y, en la final por equipos, un salto en el que aterrizó con demasiada energía, fruto de su superioridad en este deporte, y también una primera muestra de que su cabeza andaba en otro sitio en estos Juegos porque, según explicó después, había perdido la noción de dónde estaba el suelo y dónde el techo. «La vida –expuso después– es más que gimnasia». Palabras con las que decidió poner su salud por encima de todo, borrada de las siguientes finales, donde ya tallaban su nombre en el oro. La gimnasia no lo era todo, aunque haya acostumbrado al planeta a que ella lo era todo en la gimnasia. Un planeta sobre sus hombros.

 

El esfuerzo siempre estará allí, en cada día de este ciclo olímpico complicadísimo por pandemias y juicios por abusos sexuales. El resultado, la vida, estaba muy por encima de los oros que se ha podido dejar por el camino. En estos días de aplausos y ánimos a sus compañeras, que han visto podios que con ella en el tapiz no hubieran experimentado, ha estado controlada constantemente por los médicos deportivos y con sesiones con psicólogos.

 

Para la última jornada se permitió un respiro, una última inspiración para volver a sentirse gimnasta. Completó un ejercicio limpio, serio, con confianza, concentrado, sin las proezas de lo que se espera cuando alguien cita a Biles. Ayer todavía no era 'esa' Biles. Solo ella sabe la dificultad de pelear contra sus propios demonios cuando lo más fácil hubiera sido ser la Biles que el mundo esperaba y participar en las otras cuatro finales, tan superior en casi todos los aparatos que ni siquiera hay notas que puedan describir su dificultad.Más que todos los oros

Pero esta Biles de Tokio fue una fuera de serie en respeto hacia sí misma. No estaba en condiciones por una lesión, y así lo expuso. Aunque sea esta una lesión incómoda, que afecta sin importar responsabilidad, disciplina, edad o sexo, pero que pocos se atreven confesar dando un paso al frente. Biles, en Tokio, no ha dado un paso, sino un salto. Y de los suyos.

De ahí esa exhalación al finalizar el ejercicio, sonrisa radiante y mano al corazón. Quizá el ejercicio más difícil de su vida. «Este bronce significa más que todos los oros. No me importaba el resultado. Estaba ya muy feliz y orgullosa de haber logrado hacer la rutina y llegar a competir un día más». Lágrimas de compañeras y rivales.

 

Apagados los focos, el gran alivio para Biles, quedan esa plata por equipos y el bronce en barra, y una sombra alargada con un legado que no subirá al medallero: «De lo que más orgullosa me siento es de que haber sacado a la luz una conversación sobre salud mental; es algo por lo que pasa mucha gente, pero que se esconde bajo la alfombra. No somos solo entretenimiento; al final del día somos personas, y tenemos sentimientos». Simone Biles, estrella de los Juegos.