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Mar, Abr

TOKIO 2020 ... Flores de Fukushima para los medallistas olímpicos

Deportes
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Los ramos que se entregan en el podio proceden de las tres prefecturas más castigadas por el tsunami y el accidente nuclear de hace una década: Miyagi, Iwate y Fukushima

Tras el tsunami que desató el accidente nuclear de Fukushima, se pensaba que la vida no volvería a florecer en las prefecturas del nordeste de Japón afectadas por las olas gigantes y la radiación que se escapó de dicha central en marzo de 2011. Una década después, algunas zonas alrededor de la siniestrada planta atómica siguen deshabitadas, pero otras se han recuperado para formar parte de los Juegos Olímpicos de Tokio.

 

Además de aportar las subsedes en deportes como béisbol y fútbol, tres de las prefecturas más castigadas por aquella catástrofe están presentes en cada podio con un detalle muy especial: el ramo de flores con la mascota Miraitowaque reciben los medallistas. Conocidos como los 'ramos de la victoria', están compuestos de girasoles de Miyagi, gencianas azules de Iwate y eustomas verdes de Fukushima. Con estas flores radiantes de vida, los Juegos recuerdan a los 20 mil fallecidos que dejó el tsunami a lo largo de buena parte del litoral nororiental de Japón.

 

Cuando los Juegos fueron concedidos a Tokio en 2013, uno de sus objetivos era contribuir a la reconstrucción y recuperación de Tohoku, como se denomina el nordeste del archipiélago nipón. Pero la pandemia del coronavirus ha obligado a celebrarse a puerta cerrada y no han podido venir las legiones de aficionados japoneses y extranjeros que se esperaban. A pesar de albergar dos deportes muy populares en Japón como son el béisbol y el fútbol, el estadio Azuma de Fukushima y el de Miyagi tuvieron que quedarse vacíos y no trajeron los beneficios que se preveían para el turismo local. Con sus gradas desiertas, la presencia más visible de la región son los 5 mil ramos de flores que en total se entregarán a los medallistas en los Juegos Olímpicos y Paralímpicos.

 

Mientras los girasoles de Miyagi honran a los padres que sembraron esta planta en una colina para honrar a sus hijos fallecidos y las gencianas azules lucen el color de los Juegos, las eustomas verdes de Fukushima simbolizan la esperanza. «Me siento muy honrada cuando veo mis flores en las manos de los campeones olímpicos», se congratula ante ABC Yukari Shimizu, que cultiva las eustomas en Namie, a menos de 20 kilómetros de la central de Fukushima I.

De las verduras a las flores

Evacuada junto al resto de sus 21 mil habitantes tras el accidente nuclear, no pudo volver a esta zona hasta 2013, cuando las autoridades permitieron el regreso pero solo para trabajar, no para vivir. Aunque al principio cultivaba verduras para la residencia de ancianos que regentaba la ONG Jin, que tuvo que cerrar por falta de clientes, sus niveles de radiación eran más altos de los permitidos. Por ese motivo, se pasó a las flores cuando lo permitió la radiactividad, ya que las eustomas están muy cotizadas en Japón y se venden a 450 yenes (3,5 euros) la flor, llegando a los 1.400 yenes (10,8 euros) en las tiendas más refinadas de Ginza.

 

Yukari Shimizu cuida sus flores - Pablo M. Díez

«No quería que se cancelaran los Juegos por el honor de ver mis flores en el podio, pero no me habría supuesto un perjuicio económico porque se venden bastante bien en el mercado», confiesa Yukari Shimizu. Preparando los últimos ramos de las 10 mil flores que ha cultivado en sus viveros, que se entregarán de aquí al domingo, crítica a quienes se han opuesto a estos Juegos por miedo a que se desboque el coronavirus. «No entiendo tanto rechazo, sobre todo cuando no se ha permitido la entrada de visitantes extranjeros. Hay que respetar a los atletas, que se han preparado durante años para competir y están no solo vacunados, sino también controlados con pruebas casi diarias», razona en uno de sus invernaderos. A su juicio, «no debería haber problemas ni un aumento del coronavirus si se siguen las normas». Pero no parece que sea así porque Tokio registró el martes un récord de 4.166 casos positivos y el Gobierno ha ordenado hospitalizar solo a quienes estén gravemente enfermos para que haya camas suficientes.

 

Esmerandose en recortar sus flores, Yukari Shimizu confía en que los Juegos no disparen el coronavirus, la nueva tragedia que golpea a Japón y al resto del mundo diez años después del tsunami, que provocó el peor accidente nuclear desde el de Chernóbil en 1986. Después de seis años en un apartamento de alquiler en Fukushima, a unos 60 kilómetros de la central por una serpenteante carretera de montaña, Yukari Shimizu no pudo retornar a su ansiado hogar en Namie hasta 2017. El problema ahora es que si el repunte del coronavirus obliga a un nuevo confinamiento, no podrá salir de su casa y se marchitarán las flores olímpicas que sobrevivieron a Fukushima.