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Sáb, Abr

El Madrid se lleva una semifinal de exhibición

Deportes
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BARCELONA 2 - REAL MADRID 3

Tres veces se adelantó el equipo blanco, y dos se durmió; el Barcelona quiso ser dominador, y los de Ancelotti, superiores, prefirieron el contragolpe; Benzema y Vinicius fueron otra vez definitivos

 

La ciencia dio un gran y peligroso paso cuando dividió el átomo. Mucho después, Rubiales consigue algo también muy difícil: dividir la Supercopa. El concepto ‘final four' aplicado a un evento deportivo cualquiera consigue neutrones, que son semifinales, liberando una energía económica que permite a Rubiales estar en el palco de los jeques como un miramamolín. La Supercopa era muy poco, y la mitad de muy poco es prácticamente nada, aunque sea en Arabia Saudí. Cargar a los futbolistas con prórrogas en enero es un disparate.

Más que enseñar cosas nuevas, el partido las confirmó. El Madrid es superior, hombres contra niños, cracks contra 'proyectos de', pero el Barça encuentra a qué agarrarse. Tiene jóvenes (muchos), un entrenador con una idea-creencia, a Dembélé (con todas sus tildes) y el gol de Fati, que retorna.

 

Xavi comenzó con una marca de estilo, una presión muy alta que el Madrid superaba sin mucha dificultad. A los pocos minutos ya había un claro reparto de papeles: el Barça quería tenerla y tenerla además en el campo del Madrid (¡qué arrogancia!) y en el Madrid había más aceptación que sumisión real. Los espacios le surgían como avenidas. Algo en el Barcelona no estaba bien ajustado y muy pronto aparecía Vinicius tras un pase de Modric o destrozando al Barça con una fulgurante contra que Asensio desaprovechó.

 

Modric despertaba con sus gestos las muestras más puras de admiración en el público árabe. El Madrid, desplegando algo de su naturaleza anfibia, también triangulaba pero de un modo más rápido. En el Barcelona, el recurso más efectivo parecía Luuk de Jong, sus movimientos de arrastre, su envergadura. Es curioso que lo más visible del juego culé fuera, al fin y al cabo, un fichaje de Koeman. En el Barcelona había algo ceñudo. La academia culé, que empezó con la genialidad de Cruyff y siguió con el esencialismo poetizante de Guardiola, tiene ahora intérpretes ‘erre que erre’ como Luis Enrique o el Xavi que se adivina.

 

Cuando el Barcelona construía su enésima rueda de pases, Benzema se la robó por detrás a Busquets apoyándose en Modric y luego vio el desmarque de centella de Vinicius, que cuando recibió ya estaba solo ante Stegen. Nadie dudaba del final feliz de su ejecución (0-1). De alguna forma, el error de Busquets resumía el encantamiento culé, su juego narcisista, archisabido y un poco mecánico. Busquets caía en la jaula, ese rombo de experiencia que forman Casemiro, Modric, Kroos y Benzema (CMKB), virtuosos de un fútbol intemporal que Vinicius reanima.

La veteranía de la CMKB se adivina dentro de la mirada de Ancelotti, de su sistema-ceja, y esa experiencia, a su vez, dentro de la sonrisa de Mona Lisa de Florentino (la de Nixon, la de Murdoch...), y todo ese juego de muñecas rusas viejas tiene sentido de repente por Vinicius.

 

El Madrid jugaba los minutos más cómodos de la temporada. Excesivamente fáciles. Por un momento recordó aquella superioridad de los galácticos, pases aquí y allá, y se vio que ahora son galácticos solidarios. Asensio estuvo derrochador en ocasiones y el Barcelona reaccionó con más voluntad de dominio, pero un dominio ya distinto, tímido, temeroso de las contras, buscando más a Dembélé y a De Jong. Por ellos llegó el empate. La peinó el nueve y Dembélé, ante Carvajal, le devolvió un pase que remató De Jong tras error de Militao. La cara de Ancelotti revelaba un cabreo indisimulable. El Madrid, echado atrás y poco exigido, se había quedado dormido con el láudano de su superioridad. El gol premiaba la actitud del Barça, la repetición, su insistencia de ejecutante obsesivo.

Xavi hizo cambios en el descanso. Será por ideas. Xavi decide igual que jugaba, con vueltas y más vueltas sobre sí mismo. Entraron Pedri y Abde y el Barça empezó a hacer su ‘fúpbol’.

Alguien dijo que fútbol es lo de las áreas y el resto propaganda, y podría aplicarse aquí, cambiando área por extremos. El Barça dañaba al Madrid cuando Dembélé encaraba a Carvajal y el Madrid se reconstruía cuando Vinicius se iba de Alves, aunque Modric y Kroos ya no estaban tan sueltos.

A la altura del 60, el partido se abría como fruto maduro y Xavi, intenso, sacaba a Fati. Ancelotti solo retiró a un individualista Asensio para poner a Rodrygo, que le dio el primer balón a Benzema. En el área se quitó de encima a Araújo con movimientos de pivot en la pintura. Sabiduria de pies en la baldosa. Tiró al palo y luego volvió a intentarlo. Emergía en el partido con talla de gigante. La paró Stegen primero, pero insistió con el rechace (1-2). La jugada vino de la soledad de Alves, roto en la banda. Una soledad de animal desvalido y muriente en un documental de naturaleza. Fue destrozado por Mendy.

El Madrid volvió a replegarse y Dembélé siguió buscando a Carvajal. Xavi metió a Depay, quitó a un defensa. Lo puso todo en el campo, cambio su esquema, mientras Ancelotti solo hacía el cambio natural de quitar a Modric por Valverde. Había una diferencia de tensión evidente en los dos equipos, en los planteamientos y los duelos (con cierta permisividad de Munuera ante las faltas tácticas culés). El Barça había llenado de energía, juventud y propósito su once y el empate fue un premio al frenesí de su entrenador-apóstol. A su ambición, a su fijación, a su querer mandar. Un córner, de nuevo por la banda dembelesca, lo remató Fati.

Hacía justicia el empate y en la prorroga las tendencias se agravaron. El Barça se volcó, suicida, contemporizar sería traición para Xavi, y el Madrid respondió con una contra caudalosa, múltiple, contundente en la que Rodrygo condujo y Valverde remató llegando como martillo pilón. ¿Se blindaría el Madrid por fin? Si, pero perdonando al Barça tantas veces, en tantos contragolpes, que parecía una invitación a los penaltis. El público saudí tuvo con creces aquello que pagó: un espectáculo multicultural de goles y ocasiones (un esbocillo de Superliga).

Pero el Madrid concedió 120 minutos para demostrar lo que estuvo claro muy pronto: su superioridad actual. No es de extrañar que Ancelotti saliera del campo con peor cara que Xavi.