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Mar, Abr

El Madrid se agarra a la eliminatoria en un vendaval de fútbol

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CHAMPIONS | SEMIFINAL ...  Los de Ancelotti se sobrepusieron varias veces cuando mayor era la superioridad del City; Vinicius y Benzema, de nuevo estelares

(ABC).- El Madrid estrenó su capacidad de supervivencia en una gran noche de fútbol en la que reaccionó varias veces a su propio final ante un equipo excepcional que, sin embargo, le permitió volver, regresar. Fueron fundamentales para ello, de nuevo, Vinicius y Benzema, individualidades que se sobrepusieron a un colectivo superior.

Tan cómodo está el Madrid en su competición que empezó en pantuflas. En el minuto 2 permitió una diagonal franca a Mahrez y la llegada solitaria de De Bruyne para el remate. La contemplación era absoluta; la blandura, general.

 

Ancelotti había salido con su 4-3-3 y Rodrigo. Para medio pelo, ninguno, debió pensar. Si el City iba a tener la pelota, que la tuviera. Pero es que la tuvo demasiado…

Tras el primer gol, las arrancadas individuales y teDani Ceballos

Árbitro: István Kovácsmperamentales del Madrid eran aplacadas con una fuerte presión y con rachas mareantes de posesión que castigaban lo empotraban. El Madrid se enfrentaba a algo colectivo, grande, azul, como unos surferos veteranos ante una gran ola temible.

 

Al poco, minuto 11, llegó otro gol: De Bruyne pudo centrar y Gabriel Jesús remató aprovechando la blandura superlativa de Alaba, mullido más que blando, como esos algodoncitos en los frascos de pastillas. Alaba había hecho una parecida a la de Varane dos años antes.

 

Debía de haber algo colectivo, pues tardó el Madrid cuarenta minutos en hacer una falta. Era la blandura de no llegar, de no poder, de ir al límite ante un equipo de engranaje superior.

Porque el City siguió tocando con el 2-0. Ahí se vivió un momento de terror cuando el City, hobbesiano, siguió mecánico, sin piedad, y el Madrid, sin balón ni posición, se descompuso en once miedos. La pelota era blue y el Madrid tiritaba como si saliese de una catástrofe natural. Era la sensación ya conocida de inferioridad y desamparo de París, del Chelsea… Un equipo adoptable, que apetecía proteger con una manta del frío y la lluvia.

 

Pero en el 11 ya llegó Vinicius, y en el 20 hubo una primera jugada tocada, colectiva del Madrid. Le costaba tener la pelota, que se perdía en la caja azul entre De Bruyne, Silva, Mahrez y Foden. Para atacar tenía que cargar desde muy lejos su bloque bajo.

 

Encontró, sin embargo, gracias al instinto legendario de Benzema, tiburón de porteros, los primeros indicios de debilidad en Ederson… Ahí descubrió el Madrid que el City era bastante impresionante pero no in-presionante, ¡se le podía presionar! Y comenzó a hacerlo, con el enorme riesgo a sus espaldas porque Mahrez y Foden pudieron marcar el tercero en el 26 y en el 28. El Madrid estaba en el alambre, si se iba a por el partido, como debía, se arriesgaba seriamente al tercero, pero la decisión se tomó alrededor del minuto 30 cuando Benzema apareció en el ataque con un buen pase a Alaba.

Entre llegada y llegada pasaban minutos, peligros… De Bruyne superaba a los mediocampistas del Madrid como banderitas en la pista de esquí y Gabriel Jesús provocaba un enorme cisco indescifrable yéndose hacia dentro, la zona cero sin Casemiro.

Esos minutos en que el Madrid se jugaba el tercero fueron deliciosos, arriesgados, cardíacos, puramente madridistas. Se percibía el precipicio, el Madrid estaba ante la brecha del volcán de la temporada… ¿no eran vibrantes, llenos de adrenalina? Esa sensación de parque de atracciones ¿cuánto vale? En la experiencia madridista tiene que haber ese masoquismo de ponerse al borde del andén.

La apuesta le salió y en el 33, Benzema remató con la zurda, de la zurda al palo y de palo al gol, un pase de Mendy.

El Madrid se había metido en el partido y solo le quedaba ahora volver a encontrar la pelota porque el City, ya con Fernandinho por Stones, lesionado, decidió no perderla. La tuvo y la tuvo hasta el descanso y en el gesto de Guardiola, pese a todo, había tension. A su lado estaba Lillo cumpliendo la función del segundo, que es susurrar algo a modo de conciencia. Ahí se ve lo que es Guardiola, que para esa función concreta tiene a Lillo, al filosófico Lillo y su diálogo socrático. No lo veían del todo claro, como si en lugar de conceptos vieran lo fatídico.

Sensación que aumentaría al volver del descanso con una milagrosa salvación de Carvajal tras palo del City.

El equipo de Pep es algo colectivo, pensado, lleno de velocidades concretas, de recovecos, de detallitos. Tiene algo moderno, redondeado, suave e ingenieril, es como un coche SUV, híbrido que quiere serlo todo, utilitario, monovolumen, 4x4…

El Madrid no veía la pelota. Igual que no la había visto al empezar, no la vio tras el descanso y la exhibición local desembocó en el tercero: Foden rematando una jugada de Fernandinho por el otro lado. Se culpaba a Vinicius y respondió con un gol antológico yéndose desde su propia campo hasta la portería. Un gol que le requeteconfirma. El Madrid fue eliminado los dos últimos años por las zidanadas de no ponerlo o ponerlo de lateral derecho.

Esa reacción genial metía al Madrid en el partido. Encontraba de nuevo el gol antes que la pelota y Vinicius se convertía en extremo colérico, encorajinado, arrastrando el juego hasta sus duelos con Fernandinho.

El Madrid fue encontrando ahí su temperamento colectivo, su trance físico, su clímax europeo. En el bloque bajo ya no se refugiaba, se agazapaba. La faltaba el último punch, y entró Camavinga, pero necesitaba el balón, recuperar el balón. El City perfeccionaba sus circuitos con un refinamiento maniático, como posesos de una bella idea y en el 74, como justo premio, Bernardo Silva encañonó desde muy lejos y por hueco inverosímil a Courtois. Fue como un noqueo que pudo tumbar al Madrid. El toque magistral del City quería evitar su reacción homérica, conjurar con sistema, con método, cualquier manifestación sobrenatural, pero aun reaccionó el Madrid, y con arrancadas de un gran Valverde llegó el penalti que Benzema selló con un panenka, gran lección torera aprendida de Ramos: vencer al miedo así, con una picadita.

Era ya el partido del año. La catedral de fútbol del City no había podido enterrar al Madrid, terminar de matarlo. ¡Salía del ataúd una y otra vez!