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Mar, Abr

Nadal, un estreno de puño y orgullo

Deportes
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El balear sufre ante Cerundolo en un partido de tres horas y 33 minutos que tuvo controlado los dos primeros sets y se medirá el jueves con Berankis

 

Tres años después, vuelve la ilusión por alcanzar un mordisco en Wimbledon. Tres años después, Rafael Nadal pisa la hierba de la catedral londinense como si fuera ayer. Los automatismos todavía hay que recuperarlos del todo y el cuerpo recuerda cómo bajar las piernas, cómo enlazar los cortados, cómo frenar a tiempo. Y lo que faltaba por ajustar, lo permite adquirir Francisco Cerundolo: sufrimiento, trabajo y paciencia. Primera víctima en este camino del balear hacia un trofeo que no levanta desde 2010, y al que no aspira desde esa semifinal de 2019 en la que perdió contra Roger Federer.

Es jugón el argentino, 24 años, buena exigencia para Nadal que no se topa de primeras con alguno de esos sacadores que obliga a jugárselo todo a un par de golpes. Es jugón el argentino, 41 del mundo, con criterio para desplegar las dejadas, con mano fina para golpear de fondo, con inteligencia para atraer a Nadal a la red, para llevarlo atrás con globos; un buen ejercicio para coger calor, bastante sufrimiento y trabajo de aliño con una desconexión de las serias en el tercer set y el principio del cuarto.

Cerundolo se atreve, prueba, se mueve bien, se pierde en el cuarto juego, puño cerrado del balear, pero aprovecha algunas dudas en el saque de Nadal hacia la izquierda para crearle desequilibrios, un break. Nada que no revierta a la siguiente el español, pero ya son unas carreras más, unos golpes más que el balear tiene que sacar que le permiten entrenar también la concentración y la paciencia. Pero los pies están ajustados a esos pasitos cortos para llegar bien sin pasarse y la pelota se siente de maravilla; con el revés corta la pista de lado a lado, y con la derecha consigue empujar a Cerundolo a una posición casi siempre incómoda.

 

Mantiene el control aunque se revuelva el argentino. Sufre alguna desconexión, pero tiene bola de set con resto. Esa experiencia que ha acumulado en 72 victorias en esta superficie le permite atrapar el primer set para despejar esos pequeños desajustes y confirmar su superioridad en el segundo. Ritmo, control, sensaciones.

Cerundolo se mueve en el tercero por pasión, fino a las dos horas de encuentro, un paso más de contundencia y menos de miedo, sobre todo al resto, donde ya había padecido el español más en la primera manga. Una bola que no ve bien para volear permite al argentino tener dos bolas de 5-3; un revés que choca en la red animan a Cerundolo, que tiene saque y se gusta para alargar el debut hasta la cuarta manga.

Desconexión

Cava y cava Cerundolo y empuja a Nadal al bache. Lo mortifica con restos profundos que le cuesta al español quitárselos de encima. Se le agria el gesto al balear, que pelea hasta tres veces evitar el break pero cede en el tercer juego. Hay más errores propios y casi va niquelado el argentino. Hay sufrimiento, ni un puño de alegría, empujado por Cerundolo a las esquinas donde cuesta llegar en un inicio de cuarto set en el que los juegos propios duran más de siete minutos de sufrimiento y los ajenos menos de dos. Aguanta el español, como siempre hace, con esa paciencia infinita de quien espera lo consigue y consigue desesperar al rival. Saca Nadal la furia y por fin el error de Cerundolo, cuatro seguidos para igualar a cuatro. En el empate, vuelve el Nadal del control, despejada la niebla mental y de manos y de primer saque conforme el encuentro se acerca a las tres horas y media. Hay un grito al cielo, palmas en la grada porque aquí también se quiere a Nadal como en todas las pistas del mundo. En blanco por fin, sacudido el peligro a fuerza de ataque, más aún.

Y con un Nadal de vuelta, carreritas para llegar al resto; ese punto que gana por mentalidad, por puesta en escena. Sigue empeñado el argentino, pero ante este Nadal recién salido de la quema la pista se hace más pequeña, hay menos huecos, ni una opción. A Cerundolo ya no le queda más pasión ni más entrega porque toda la tiene el español, sonriente y aliviado después de tres horas y media de un estreno complicado, pero que anima al personal y al tenista: «En tres años sin jugar en la hierba, estoy contento con este primer partido. Un buen test. La victoria me da la opción de entrenar otro día más y jugar otro partido para seguir acostumbrándome», comentó el balear, feliz en Wimbledon, tres años después.