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Mar, Abr

CELTA 1 - REAL MADRID 4

Deportes
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Tchouaméni es un portento... LIGA 2022-23 / JORNADA 2

Convence el francés en la victoria blanca en Vigo. Con Camavinga aporta un ritmo nuevo. Modric y Vinicius lideraron el ataque.

(ABC).- El Madrid entra en otra época. Inaugura un ritmo que hasta el momento solo había presentido en las segundas partes. Cuando el partido empezó, los pensamientos estaban en el pasado; al acabar, todo eso parecía lejanísimo. En 90 minutos había cambiado algo.

Era innegable la sensación inicial de pérdida con tonalidades lima de melancolía en el Madrid y su camiseta. Casemiro era el palo mayor del equipo (Modric y Kroos, el trinquete y la mesana) y en noches de tormenta a él se agarraban todos. El posicionamiento era suyo. El ancla. La manera de ocupar el sitio, de fijarse. Esto quizás derivó en un estatismo, una posición de aculamiento crónico. Pero Casemiro tenía influjos poco visibles: en la confianza de sus compañeros, como un efecto multiplicador, y en los grandes partidos, cuyos hilos secretos dominaba. Cuanto más importante, mejor estaba él. Ser el tapón del Madrid y de Brasil le exigía una preocupación mayor, rayana en la abnegación; era en el campo como un padre de muchos niños, mirando a todos, velando por todos. Siendo así, se las arregló para meter un gol cada diez partidos, más o menos, a veces importantes.

En Casemiro se forja el Madrid de Zidane, en torno a él, como principio de una nueva solidaridad, y su primera exhibición la da en Barcelona ya titular. Desde entonces, la conocida historia del Casemiro, Kroos, Modric, las tres dimensiones: lo alto, lo ancho, lo profundo, un triángulo multiforme que ahora se disuelve. Sin él, ya no es lo mismo. Es como ver a los Bee Gees sin uno de ellos.

La vida sigue, y esto es muy florentiniano. Florentino cree en el cambio, quizás más de lo que creía Bernabéu, que al final era más inmovilista. Esta es la gran enseñanza que deja su Madrid: la evolución constante, no tenerle miedo al futuro. Anticiparse. Y quizás sea lo esencialmente madridista.

Y con los cambios llega un fútbol nuevo. El Madrid cambia de época. El Celta salió mejor, pero en el minuto 11, Tchouameni ganó poderoso un balón aéreo, y el remate de Alaba, tres partidos decidiendo, forzó unas manos de VAR. No falló Benzema. El Celta pudo responder, de idéntico modo, diez minutos después, aprovechando unas manos absurdas de Militao que Aspas convirtió. Pero el fútbol iba enseñando otras cosas. El Celta estaba equilibrado, ordenado, acompasado, y en el Madrid los jóvenes mediocentros empezaban a guiar el equipo, estaban ya al volante formando casi un doble pivote de energía común. Se vio su brío para defender, para robar, para subir a veces la defensa de forma prometedora; pero también para perderla rápido. Tchouaméni y Camavinga interceptan siempre la jugada, aunque la claridad mayor en la salida la ponía Alaba o se encontraba en las fintas, elusiones y acciones de Benzema despejando el horizonte. El fútbol del Madrid, al que todavía respondía físicamente el Celta, era frenético. Era otro ritmo. Otro fútbol ya. Y buscaba siempre a Vinicius, al que Camavinga sirve, suministra. El efecto es de más velocidad: van rápido y él lo acelera aún más. Volvió a centrar el juego, a pedirlo, a acarrearlo hasta la finura de Benzema, que protestó un penalti, o de Modric, que marcó el 2-1 antes del descanso. Tiró al suelo a Tapia y ajustó el disparo desde lejos con una fantasía de dibujo nipón, un gol que era todo juventud. Cuando hace esas cosas Modric es joven. ¡No puede envejecer jugando así! Su fútbol lo encadena a la niñez.

Estos últimos veteranos, depuradísimos de clase y peso, están subidos a un Madrid que ya va a otra velocidad. Fibra óptica, 5G.

Mendy llega pero no dialoga y la derecha de Valverde estaba cegada por completo. Vinicius estaba muy solo hasta que Modric le puso un balón para que pudiera correr y encarar al portero marcando el 1-3 con cascabeleo de samba.

Al Celta le mantenía en el partido Mendy con sus pases al rival hasta que Tchouaméni ganó un balón y lo condujo en una contra de zancadas enormes que remató Valverde en el 1-4. Tchouaméni (box to box to box) es un portento, potente y sereno, y su pareja con Camavinga, conectada de manera natural a Vinicius, lleva al Madrid a otra cosa. Otra época. Una velocidad distinta, una transición devastadora.

Modric se fue entre aplausos locales. Despierta la admirada unanimidad de Iniesta e hizo un partidazo pero la espectacularidad mayor estuvo en la corriente entre Camavinga y Vinicius. El esprint de primero lanzando al segundo. Ese latigazo de fútbol: Tchouameni corta, Camavinga rompe la media y Vinicius corre la banda. Si lo descrito ya era mucho, el contragolpe de la noche fue el de Rudiger con Benzema de GPS. ¡Qué colosal carrera del defensa! Rudiger es como de fantasía. Benzema le dio el penalti a Hazard y lo paró Marchesín.

 

Es cruel la vida y casi tan cruel el fútbol. Adiós Casemiro, hola pareja frenética de mediocentros. Tchouameni es portentoso y el Madrid, con esos jóvenes, entra en otro fútbol.