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Mar, Abr

Nadal enciende a España; El balear doblega a Zverev con un partido muy agresivo y deja en manos de Ferrer el paso a la semifinal

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COPA DAVIS... Con el frío y el viento, Alemania hizo de Valencia un pequeño feudo, con dos victorias que le situaba a un solo punto de las semifinales. Pero con el sol, Rafa Nadal se enciende. Y con él, España. El balear, obligado a ganar a Alexander Zverev para mantener la esperanza del pase a la siguiente ronda, mostró su bravura y achicó al cuatro del mundo en dos horas y 16 minutos.

Acapulco Gro., 08 de abril del 2018(ABC).-Se cambiaron los paraguas por los sombreros, por fin sol y calor, la temperatura en la que mejor se desenvuelve Nadal. Se barruntaba un partido complicado, con un tenista en plena eclosión hacia arriba, ágil en tierra y sin miedo ante los galones del rival, contra un número 1 del mundo al que todavía le faltan partidos para encontrarse. Pero el balear jugaba en casa, en tierra, en su reino particular, donde solo ha perdido dos partidos de 106 disputados.

Saltó a la arena y esquivó las dudas y las precauciones, como si no hubiera jugado solo un encuentro en tres meses: dos derechas muy profundas, dos errores fáciles de Zverev y el primer juego se lo llevó en blanco. Un fantástico síntoma de que este es el Nadal que quiere volver a ser, confiado, arrollador, sin miedo a lanzar largos sus golpes porque sabe que es ahí donde hace más daño. Un alivio para él, que se recupera donde más sabe que lo necesita, amaestrada tierra. Un regalo para la afición, porque este es el Nadal que todos esperan: agresivo, ágil, arrollador, ambicioso, animador.

A Zverev todavía le queda para ser el que todos dicen que será. Duro es el futuro, aunque se vislumbre ya un presente con dos Masters 1.000 y exhibiciones como las del viernes. Pero le cegó el sol, y el balear. Le costó ajustar las ideas. Su potente tenis, tanto de derecha como de revés, al que suma unos servicios de más de 200 kilómetros por hora, le funciona perfecto contra jugadores como David Ferrer, más cómodos esperando la pelota que atacándola. Pero su juego todavía no es tan efectivo contra tenistas como Nadal, que no se amilanan ni ceden un paso si ven una mínima oportunidad de salir a buscar el golpe ganador. Y ante la versión agresiva del balear, al alemán se le quedó corta la ambición, indoloros sus drives, sin el mordiente suficiente sus reveses. Ni siquiera dañinos sus saques, a pesar de la velocidad, pues Nadal le rompió en el segundo y el sexto juegos.

Un primer set impecable y corto de tiempo (34 minutos) como también quería el español y su entrenador, Carlos Moyà. Ajustar las piernas y la muñeca, pero sin desgastarse en exceso, hay una temporada de tierra muy interesante por delante a partir de la semana que viene.

Solo al final del primer set y comienzo del segundo se descubrió el Zverev al que todo el mundo da como próximo líder. Más cerca de la pista, menos pasos hacia atrás, más milimétricos sus golpes. Había comenzado con un otro tempranero break en contra, y lo recuperó en el siguiente. No obstante, algunos enfados con la juez de silla por decisiones dejaron en nada su intento de reacción. Tampoco Nadal le dejó, concentradísimo, animándose él solo con puños al aire, levantando a la grada con saltos, dejadas y tiros a la línea.

Así se fabricó un segundo break en el quinto juego: dos reveses de línea a línea y una derecha paralela para rubricar el paso de gigante. Costó algo más, 52 minutos, pero el segundo set confirmaba la paliza que todavía le esperaba a Zverev.

Desquiciado, el alemán tiró la raqueta, multiplicó los aspavientos hacia el cielo, sufrió los pitos de la grada porque parecían molestarle hasta los recogepelotas en sus esquinas. No supo variar el ritmo del encuentro ni hallar su momento. Nadal seguía y seguía pegando con saña, limpiando líneas y provocando aplausos. Con un passing de revés logró el primer break del tercer set, en el tercer juego. Otro más logró en el quinto.

Un resbalón del español en el sexto, con tres errores no forzados, permitió a Zverev aliviar el sofoco. Pero no duró más de dos juegos. Volvieron los errores y los ceños fruncidos, los ataques de Nadal y la impaciencia del alemán. Y cerró el balear a lo número 1, con puntos marca de la cas que ya quedan para siempre en la memoria de faenas de la Plaza de Toros de Valencia. Para encender a España y alargar la tarde para que, ahora sí, el punto que lo decide todo lo resuelva David Ferrer.