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Sáb, Abr

El mejor Djokovic apea a Nadal de Wimbledon

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WIMBLEDON...El serbio frena la ambición del español en la segunda parte de la semifinal y regresa a su mejor nivel y a una final de un torneo un año después

Acapulco Gro., 14 de julio del 2018 (ABC)  Djokovic vuelve a ser Djokovic. El mejor. El que dirige el punto con su revés, obliga al rival a todo desde el resto, el que lograr torpedear la moral del oponente con una férrea defensa, el que puede aspirar a todos los títulos que se proponga. Novak Djokovic es el segundo finalista de Wimbledon 2018 después de vencer en la reanudación de la semifinal aplazada por las normas del torneo a un Rafa Nadal que salió encendido, pero no aguantó la presión en el quinto set.

Tras un descanso de catorce horas, el español se levantó despejado, despierto y encendido. Como el día anterior, salió a una pista Central cerrada, para su disgusto, pero eso también establece otra regla: lo que empieza bajo techo, se termina bajo techo. Pero en el nuevo día su partido particular era a dos sets. Djokovic se había acostado la noche anterior con ventaja de dos sets a uno y el español solo tenía un camino: salir a matar. El partido se jugó en el límite de las fuerzas, de la presión, de la emoción y de la adrenalina. Alargado hasta las dos horas y cuarto (para un total de cinco y 15 minutos), el choque mantuvo todos los ingredientes de una auténtica final sin serlo.

Dieciséis minutos duró el primer juego, con servicio de Nadal y que se vio alterado momentáneamente porque una mariposa se empeñaba en acercarse al peligro. Porque la reanudación de la semifinal de Wimbledon entre Nadal y Djokovic ya no era el capítulo 52 de su rivalidad, era un duelo al todo o nada. En ese juego que inauguró la segunda parte disputaron dieciocho puntos, a cada cual con más virulencia y tensión. Sobre todo para el número 1 del mundo, obligado a ir hacia delante porque ya no había margen de especular. Nadal también jugó con el lenguaje corporal, algo de presión extra al oponente con saltos y puños al alto para animarse y atraer la dinámica a su favor. Sus rugidos cuando levantó las dos opciones de break que logró el serbio se multiplicaron en el eco que provocaba el techo cerrado, con sol diáfano y 26 grados al otro lado de la estructura.

Dentro, una pista Central que aplaudió a Djokovic pero se levantó con Nadal, que trató de olvidarse del escenario, menos de su gusto porque él, y sus golpes, vuela mejor al aire libre. El público también soltó en aplausos toda la adrenalina de un espectáculo que se cortó antes de hora el día anterior. Y ese juego inicial fue la mejor reanudación posible, con los mismos combatientes y las mismas ganas.

Aunque fue el balear quien mostró que se había levantado con algo más de energía. El serbio, más contemplativo, no pudo hacer nada contra los restos del español en su turno de saque. Y con una volea perfecta, agresiva y sin contemplaciones, logró el primer break, un pequeño paso hacia el quinto set, obligatorio para sus aspiraciones de éxito. En blanco corroboró que estaba en mejor forma que su rival. Pero también en blanco inauguró Djokovic su casillero. Lo del día anterior no había sido fruto de la casual

El serbio, además, se encontró con tres regalos de su rival y con un break con el que volvía todo a empezar. Pero solo fue un instante de bajón del español, un mal turno de saque que corrigió enseguida para volver a ganarse otro break y confirmar que sí, que está mejor que Djokovic y que lleva demasiado tiempo trabajando para ampliar su palmarés en el Grand Slam londinense. Una hora después de que se abriera la Central en un sábado atípico, Nadal empataba el encuentro a las cuatro horas de juego y mandaba la semifinal al quinto set. Sin tie break, para desesperación de Serena Williams y Angelique Kerber, que veían retrasada su final sin un horario fijo.

 

Jugar en el límite

Al respeto entre los dos jugadores se unió el no fallar. En el parcial definitivo la intensidad del tenis bajó y ambos pusieron su concentración en sus turnos de saque. La adrenalina de este final de encuentro se mantuvo siempre con el mismo guion: puntos de tensión hacia un lado y hacia otro. Aunque era el balear el que sufría algo más, pues siempre iba por detrás en el turno de saque y un error suyo daba el partido a su rival.

A pesar de sus dentelladas de furia, también cometió errores que lo inclinaron hacia el abismo. En el octavo juego, una doble falta, un error con la derecha y un Djokovic que tampoco hizo demasiado pero contestaba a todo, lo puso con bola de break en contra. Un soberbio punto de cambio de ritmos, direcciones y distancias solventó la papeleta. Una derecha por fuera de la red agitó a la plaza, puño de Nadal fuera cargado de rabia para celebrar que se volvía al empate después de sufrir en un juego ya complicado a estas alturas de encuentro porque era el serbio quien sacaba en primer lugar lo que aumentaba el nerviosismo.

En el noveno, al serbio, que apenas había cometido errores con su saque y en el noveno juego la derecha no le funcionó: dos opciones de break para Nadal que levantó con dos buenos servicios. En el décimo, fue el español quien empezó sacando mal y concedió un 0-30, a dos puntos de partido para el rival, pero llegaron al límite los buenos saques (5-5).

En el decimocuarto juego, Nadal regaló otro inquietante 0-30, solventado de nuevo con el corazón en un puño. En el siguiente, fue Djokovic quien cometía una doble falta para inclinar el marcador 15-40. Un buen saque y un ace anularon las opciones de break. Para añadir dramatismo, el ojo de halcón otorgó como buena una derecha de Nadal, tercera opción de rotura. El serbio logró un passing cruzado de revés para volver al deuce y espolear a la grada. Para descargar la presión, cada vez más en las manos de ambos.

Dos momentos de tensión evidenciaron que Nadal andaba en la cuerda floja: con 7-8, aguerrido como siempre para levantar la primera bola de partido. Defensa, corazón y contraataque para despejar el miedo con una dejada y una volea cargada de furia. Y con las fuerzas al límite tras dos horas y cuarto de partido (cinco y cuarto en total), dos errores y un resbalón de Nadal ofrecieron a Djokovic tres bolas de partido más. Esta vez no hubo más tenis ni más garra que sacar. El español mandó su derecha cruzada al pasillo de dobles y el serbio regaló a la grada su sonrisa y su corazón.

Djokovic cambia el rumbo del tenis del presente. Regresa a la élite y por la puerta grande: vence a Nadal en un pulso lleno de emoción dividido en dos episodios y se planta en la final de un torneo un año después. Y ya en esta ronda, quiere su cuarto título.