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Jue, Abr

RESUMEN Y GOLES DEL GRANADA 1 - REAL MADRID 2 ... Un Madrid que manda y sufre

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Victoria en Granada de los de Zidane, que pueden ser campeones el jueves. Tras un gran primer tiempo blanco, los locales complicaron el partido

(ABC) Seguir insistiendo en que el Madrid es «la clase de Benzema», o «el primer toque de Benzema» como toda explicación de este equipo es casi tan simplista e inexacto como decir que ganó por el VAR. La plenitud del Madrid, vista en la primera parte de Granada, empieza en Courtois, por ejemplo, un portero clásico, no saltimbanqui, al que algunos santones del periodismo querían jubilar para que jugara el simpático Areola. Así estamos.

La primera parte del Madrid fue excelente. Un equipo colosal. Luego se desconectó, pero ya no quedo en Babia, como tantas veces, sino que ante el empuje del Granada supo apretar los dientes y resistir sin mucho sobresalto. Mostró una cara despótica de equipo mandón en la primera, y su cara reciente de equipo solidario y sufridor después. De equipo currante. De equipo millonario que le ha cogido el gusto y hasta el vicio a lo de currar.

De inicio, Zidane añadió a la mejor defensa del campeonato no tres, ni cuatro, sino cinco centrocampistas. Era el retorno del «penta campismo», variante observada en algún momento de la temporada. Sobre el control de la defensa, el control del centro del campo para un dominio final digno del Partido Comunista chino.

Estaba hasta refinado, porque Valverde no se perdía en la banda, jugaba más adentro. Había un juego interior suyo, lleno de rompimientos, de destellos y colisiones, y otro fútbol interior, en fútbol, de Isco, lleno de capilares, vida neuronal, nerviosa, que conectaba con un Benzema que ofrecía por todo el ataque sus adicionales servicios de centrocampismo. El dominio resultante, hay que repetirlo, era totalitario. Un bloque imposible. Como meter Fort Knox (Courtois y la defensa) dentro del Pentágono (los cinco medios).

Benzema, Modric o Isco desaparecen y la flotación, borrachera de espacios, era ocupada por la zancada de Valverde o Casemiro, invasivos como mongoles en la estepa. Así llego Mendy en el minuto 10, superó al defensa por velocidad y metió un zurdazo violento ajustado al palo más cercano.

Poco después llegó el segundo: robo de Casemiro, quizás el jugador más determinante de este campeonato, labor de imantación de Isco, que se llevó a tres y desahogó un taconazo para Modric, que vio con sencillez a Benzema: el francés se inclinó, ganó su ángulo y tiró con inusual contundencia.

El Granada intentó presionar, responder, pero el Madrid alargó posesiones que duraban minutos. Una posesión inteligente, no amanerada, tensa, fluida y poco doctrinaria. Era el carácter del Madrid hecho posesión; toque sobrio, poderoso, fortísimo y fluido.

Todos se «benzemizaban», jugaban juntos, solidarios, vinculados. Zidane recupera así su Madrid, el de la Edad de Plata. ¡Revive a un muerto!

Otra cosa que podía intentar el Granada era recomponerse tácticamente. Había salido con 5-3-2 contra una media de cinco más uno, así que subió a cuatro en el centro. El Madrid, bien mirado, era un 4-3-2-1, el árbol de navidad de Ancelotti. ¡El Madrid de 2020 homenajea al Madrid de 2014, que por cierto tuvo una cumbre de juego en Granada! Zidane ha conseguido reanimar ese equipo, que parezca resucitado. ¿Es realidad? ¿Es un fantasma? ¿No se habían ido ya? ¿Es un espejismo ectoplasmático? ¿Será solo la impresión fugaz de estos meses?

El Madrid ha convertido la Liga, tras el confinamiento, en un torneo corto, a su medida. En una pequeña Copa de Europa. Ha europeizado su Liga, llevando su talante continental a lo doméstico con resultados tiránicos. Ha convertido este tedio en su Champions. El Madrid de Zidane, el que ya parecía historia, jugando a la Ancelotti, convierte además la ausencia de Cristiano en un comunismo del gol: 21 goleadores distintos en esta temporada, que se dice pronto.

El árbol de navidad ancelotti se convertía en zigurat defensivo y el Granada colgaba balones que rebotaban en un acorazado pocas veces visto en el Madrid moderno. La memoria devolvía, como homenaje, los nombres de Emerson, Diarra o Capello. Nombres proscritos, nombres olvidados por los del «primer toque de Bezema», que quieren convertir la tecnoestructura de inspiración italiana de Zidane en preciosismos del jugador virtuoso, es decir, políticamente correcto. El benzemista tiene ese peligro político: soslayar las otras virtudes no cantadas.

Es la columna Courtois-Ramos-Casemiro la que construye este equipo, reforzado con la potencia palpitante de Mendy o Valverde en los costados.

Del descanso el Madrid salió adormilado y la confianza le costó el gol de Machís en el 49, aprovechando un error de Casemiro.

El Granada se animó, equilibró el partido y lo «viralizó«, porque en las entradas ya no repartía piononos.

Al Madrid, que tan bien había estado, le cambió el rictus y Zidane reaccionó más rápido de lo habitual sacando a Asensio y Rodrygo, sus alas jóvenes. En el Granada, Montoro aportaba una dirección excelente.

El partido era otro, más abierto e igualado. El Madrid ya no mandaba, esperaba; no brillaba, sólo se aplicaba en retomar su tono defensivo alrededor de Ramos. Habiéndose ido un instante del campo, y ante un buen rival, el Madrid supo recobrar la tensión y cuando el Granada apretó, Courtois y Ramos acudieron arcangelicos bajo palos al rescate. El agonismo del Madrid tomó la forma final de las fintas de Modric (gambeta humilde, engaño sin vacile). Era el homenaje a sí mismo de un equipo que creíamos terminado.