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Mié, Abr

Diez policías heridos en Viena tras las protestas contra las restricciones por la pandemia

Mundo
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La prensa austriaca identifica a los participantes en las marchas como «''hooligans'', gente de la escena extremista de derecha, pero también familias»

(ABC).-Al igual que había ocurrido anteriormente en Alemania, Holanda y Dinamarca, las calles de Viena fueron tomadas anoche por manifestantes contra las restricciones que ha dictado el gobierno del conservador Sebastian Kurz para tratar de atajar la pandemia. Unas 10.000 personas participaron en una marcha no autorizada, convocada a través de las redes sociales y que derivó en violentos enfrentamientos con la Policía, en los que diez agentes resultaron heridos. Las denuncias por agresiones y destrozos de mobiliario público superan las 850.

El ministro de Interior austriaco, Karl Nehammer, y el presidente de la policía, Gerhard Pürstl, improvisaron una rueda de prensa nocturna en el salón de baile de la sede central de la policía de Viena para informar sobre lo sucedido y corregir las versiones «maniqueas que proliferan en las redes sociales». Nehammer enfatizó que «los ataques a los periodistas fueron tomados muy en serio y los profesionales de la prensa no fueron abandonados a su suerte», justificando los ataques ante los que varios reporteros estuvieron indefensos en que «la situación se había vuelto muy compleja, porque los atacantes se habías dispersado en varios grupos por el centro de la ciudad» y «en determinado momento, consideramos prioritario evitar el asalto a la rampa del parlamento». «Eran imágenes que nos recordaron a lo sucedido en el Capitolio, en Estados Unidos», reconocía el ministro, que describió las escenas vividas durante la noche como «imágenes devastadoras».

Composición heterogénea

La prensa austriaca identifica a los participantes en las protestas como «''hooligans'', gente de la escena extremista de derecha, pero también familias». Lo heterogéneo de esta composición dificultaba también la actuación de la Policía, «pero aun así podemos decir que las fuerzas de seguridad han hecho un buen trabajo», juzga el ministro, que aprovechó para criticar a Herbert Kick, del partido de extrema derecha FPÖ, por haber alentado las manifestaciones. Un diputado del FPÖ, Dagmar Belakowitsch, participó personalmente en las protestas. Pero los organizadores de la marcha se distancian de la extrema derecha y consideran estas acusaciones «una forma de desviar la atención sobre el hecho de que buena parte de la población no está de acuerdo con unas medidas que se nos están imponiendo sin debate parlamentario». Quien así lo explica es Martin Rutter, activista de Carintia y uno de los detenidos anoche y que ya fue encarcelado anteriormente por otra manifestación similar en Brunau. «Se está impidiendo un debate público sobre unas medidas que no solamente restringen libertades fundamentales, sino que además van a tener como consecuencia que muchos de nosotros nos arruinemos», explica la motivación de las protestas, «y se nos niega incluso el debate público al respecto».

Rutter dice que «muchos simpatizantes del movimiento Qwer Denken se habían movilizado para un día de libertad, después de que la policía de Viena había prohibido 15 de las manifestaciones registradas el sábado». «La gente se congregó en una procesión espontánea, indignados por el hecho de que les está privando sistemáticamente de manifestarse y decir lo que piensan», abunda.

Los primeros manifestantes se reunieron a las once de la mañana en el Volksgarten, donde un orador afirmó que «los síntomas del coronavirus pueden curarse con la meditación y la oración», después de que la Archidiócesis de Viena hubiese advertido previamente de una concentración «disfrazada de procesión cristiana, pero que no lo es» y condenase la convocatoria como «un abuso de la libertad religiosa». A partir de las 13.00 horas se multiplicaron las concentraciones en Maria Theresien y Heldenplatz, donde ya el pasado 16 de enero tuvo lugar una concurrida manifestación pacífica contra las restricciones. En un primer momento, los manifestantes llevaban las mascarillas reglamentarias y respetaban la distancia, pero a medida que aumentó la afluencia de público y el ambiente comenzó a calentarse, dejaron de respetarse esas normas y finalmente los manifestantes rompieron el cordón policial al grito de «Wir sind das Volk» (Nosotros somos el pueblo), consigna del movimiento civil que derribó a finales de los años 80 el Muro de Berlín.

Entre los manifestantes había seguidores de mitos de conspiración, extremistas de derecha, seguidores de Martin Sellner y negacionistas del Holocausto condenados, como Gottfried Küssel, junto a ciudadanos no adscritos a ningún movimiento que deseaban hacer oír su descontento contra restricciones que consideran «desproporcionadas» y «no efectivas contra el virus».