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Jue, Abr

Katerina y Mariya, las enigmáticas hijas de Putin sancionadas por la UE y EE.UU.

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Poco se sabe de las dos jóvenes de 35 y 36 años, que podrían enfrentar congelación de activos y prohibiciones de viaje a partir de hoy

(ABC).- El presidente ruso, Vladímir Putin, y la ahora retirada azafata de vuelo Liudmila Putina estuvieron casados durante tres décadas. Fruto de aquella larga relación, que acabó en divorcio en 2013, nacieron Katerina y Mariya, dos mujeres de las que se sabe más bien poco y que ahora son parte de los sancionados por Occidente tras la invasión ordenada por su padre en Ucrania.

Aunque la información sobre ellas es escasa y muchas veces confusa, sí se sabe que Mariya Vorontsova, la mayor de las dos, nació en 1985 en Leningrado, ahora San Petersburgo. Es endocrinóloga y copropietaria de un proyecto de inversión en atención médica. Está casada con el holandés Jorrit Faassen, que fue ejecutivo de la compañía de gas estatal rusa Gazprom, y de Stroytransgaz, un fabricante de tuberías.

Se cree que tienen, al menos, un hijo, como se desprende de la confesión que le hizo Putin al director de cine Oliver Stone cuando le dijo que era abuelo. La revista ‘Newskweek’ informó de que, tras el derribo del vuelo MH-17 de Malaysia Airlines, un tabloide holandés afirmó que Mariya vivía en los Países Bajos con su pareja. Tras identificar su supuesta residencia en un bloque de pisos, se concentraron a las afueras grupos de periodistas y ciudadanos ucranianos. El alcalde pidió que fuera deportada a Rusia, pero no se confirmó si vivían allí.

Un año después de Mariya llegó Katerina Tikhonova. Nació en Alemania, donde Putin trabajaba para la KGB. Cuando la familia regresó a Moscú en 1996, las niñas siguieron su educación en un colegio alemán. Al convertirse en presidente, Putin decidió que continuaran estudiando en casa. Después, asistieron a la universidad con identidades falsas, en un intento paterno por mantenerlas en el anonimato.

Cerrojo mediático

Putin nunca ha permitido a la prensa informar sobre su vida privada. En el libro ‘Primera persona: un autorretrato asombrosamente franco del presidente ruso, Vladímir Putin’, escrito por un equipo de varios periodistas que tuvieron acceso autorizado al círculo íntimo del presidente, sus hijas, por entonces adolescentes, se quejaron de que las hubieran sacado del colegio y de tener que ir a todos los sitios con guardaespaldas.

En una inusual intervención en la que habló sobre sus hijas, Putin dijo que las áreas de interés de Katerina eran los estudios orientales y la cultura japonesa. Hay imágenes de la joven compitiendo en concursos de danza acrobática. Ahora trabaja en el campo científico, dirigiendo un instituto de inteligencia artificial ligado a la Facultad de Matemáticas de la Universidad Estatal de Moscú. Se trata de una ‘startup’ que, según ‘Bloomberg’, está valorada en unos 1.700 millones de dólares (poco más de 1.500 millones de euros). El ‘Business Insider’ asegura que el año pasado tuvo una intervención pública en el Foro Económico Internacional de San Petersburgo, el equivalente en Rusia a Davos, aunque tres años antes ya había aparecido en una entrevista en televisión hablando sobre biotecnología.

En el 2018, Katerina se divorció de Kirill Shamalov, hijo de Nikolai Shamalov, un amigo de Putin con el que se casó muy joven. Al separarse, ambos dividieron un patrimonio millonario, que en su momento Reuters valoró en dos billones de dólares. Ese patrimonio incluía una villa de unos cuatro millones de euros en la localidad francesa de Biarritz, una vivienda con la que no se sabe qué sucedió tras el divorcio. También se desconoce si Katerina o su hermana tienen otros activos en algún otro país europeo.

La pareja de hermanas formada por Katerina y Mariyia pertenece a la generación ‘real’ rusa, jóvenes con vidas de cuento gracias a la riqueza y el poder de sus padres, y que muchas veces se casan entre sí para continuar acumulando dinero e influencia dentro del mismo círculo.