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Jue, Abr

El voto hispano se aleja también de los bastiones demócratas

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En el valle de Río Grande, en la esquina de Texas que hace frontera con México, se percibe el vuelco electoral hacia los republicanos

Texas ha sido desde hace mucho el sueño húmedo de los analistas electorales demócratas. La evolución demográfica en EE.UU., con cada vez más votantes hispanos, les permitiría pintar con el azul de su partido a estados de fuerte implantación republicana.

El plan: los demócratas conseguirían una coalición imbatible -población urbana, votantes con estudios universitarios y el músculo creciente de los hispanos- que les consagraría en el poder durante décadas. Era algo que de alguna manera había conseguido Barack Obama en sus victorias de 2008 y 2012 y que solo se fortalecería con el tiempo. Texas, el segundo estado del país en población y PIB y donde los hispanos se acaban de convertir en el grupo de población más grande (40,2%, frente al 39,4% de los blancos no hispanos), sería una de sus primeras grandes conquistas.

Pesadilla

En el valle del Río Grande, el enclave más hispano de la primera potencia mundial, en la esquina sur de Texas y a lo largo de la frontera con México, ese sueño puede convertirse en pesadilla este martes. «La gran mayoría de aquí éramos demócratas», dice Andrea Balboa, que acaba de depositar su voto de forma anticipada en el ayuntamiento de Hidalgo, una localidad en la frontera, donde los vecinos caminan y pasean a la sombra de la valla que separa dos mundos, México y EE.UU., indistinguibles a simple vista. «Ya no», completa Balboa.

Muchos candidatos demócratas han dejado claro que prefieren no aparecer junto a Biden en campaña y no verse emparentados con los problemas que para muchos votantes representan la gestión del presidente

El primer susto para los demócratas fue en julio, cuando la republicana Mayra Flores ganó una elección especial para un escaño a la Cámara de Representantes del Congreso que quedó vacante.

Los campos de cultivo y las explanadas atravesadas por autopistas de esta región, que tiene tres distritos para la Cámara Baja, no habían enviado a un republicano como diputado desde 1871.

Flores lo hizo con un mensaje directo, en las antípodas del que ventilan los demócratas, pero que está más cerca de muchos hispanos: 'Dios, familia y país'. Y con una historia personal que entronca con este electorado, donde más del 80% de la población es hispana. Flores nació al otro lado de la frontera, en Tamaulipas -es la primera diputada de la historia del país nacida en México-, y se mudó al 'Valle' con su familia a los seis años. Los anuncios de su campaña suenan por las radios de las rancheras y recuerdan cómo recogió algodón con sus padres y que el «trabajo duro» le llevó hasta la ciudadanía y, ahora, hasta el Congreso.

 

Su rival ahora en la elección es el diputado demócrata Vicente González, en el Congreso desde 2016 y que se ha cambiado de distrito este año. «Flores ganó porque solo votó el 7% de la población», asegura el congresista a este periódico sobre esa elección especial. «Aquí siempre ha ganado el partido demócrata y este año será por más», pronostica, sin el apoyo de las encuestas. Pese a que el nuevo diseño de los tres distritos del Valle da ventaja a los demócratas -para favorecer a los republicanos en otros-, solo uno de ellos parece inclinarse a su favor mientras que los otros dos -incluido el que disputan González y Flores- están en el aire.

«Los republicanos de extrema derecha están tratando de comprar elecciones», dice el demócrata sobre la inyección multimillonaria desde otros estados para anuncios, que asaltan a los vecinos cada vez que prenden la pantalla. González acaba de asistir a un mitin de Beto O'Rourke, candidato demócrata a gobernador de Texas, en Harlinger, una pequeña localidad del condado de Cameron.

De hecho, Beto -su nombre de campaña es también un intento de atraer a los hispanos, en realidad se llama Robert Francis y es de origen irlandés- estuvo a punto de cumplir la profecía demócrata de dar un vuelco a Texas. Casi tumba en 2018 al senador Ted Cruz, peso pesado republicano a noble nacional, lo que le convirtió en una estrella nacional. Esa derrota épica hizo creer a los demócratas texanos que 'sí se puede'.

En realidad, la dinámica política de los hispanos avanzaba por otros derroteros, en Texas y más allá. Donald Trump, que llamó «violadores» y «criminales» a los mexicanos que cruzan la frontera y que mantuvo una política dura contra los inmigrantes indocumentados, no hizo perder votos hispanos a los republicanos. Al contrario: su apoyo en el voto hispano pasó del 29% en 2016 al 32%. En las principales ciudades del Valle -Laredo, McAllen y Brownsville- el apoyo al multimillonario neoyorquino pasó del 20% al 30%.

 

«Aquí se ha dado por hecho que el voto hispano es demócrata», protesta Hilda Garza, dirigente del partido republicano en el condado de Hidalgo. «Y yo creo que inherentemente es republicano», asegura desde la sede en la ciudad de McAllen, entre carteles de candidatos y banderas de EE.UU. y de Texas.

Valores tradicionales

El voto demócrata no es monolítico -algo que los demócratas parecen olvidar con frecuencia- y no tiene nada que ver un cubano de Miami, con un puertorriqueño del Bronx o un 'tejano' de McAllen.

«Los valores de fe, de familia, de trabajo nos alienan aquí más con el partido republicano», defiende Garza sobre una comunidad de fuerte tradición católica. Los votantes perciben que el discurso demócrata se centra mucho en asuntos que no les interesan -agenda 'woke', cambio climático- y descuida sus prioridades, explica. «No creo que un hispano del sur de Texas vea esto y diga que está bien», dice y muestra en su teléfono imágenes de altos cargos transgénero del partido demócrata.

«Aquí se ha dado por hecho que el voto hispano es demócrata», protesta Hilda Garza, dirigente del partido republicano en el condado de Hidalgo

Importa la economía, como en todo el país. Pero también lo que ocurre en la frontera, donde este año se ha batido el récord de detenciones de inmigrantes indocumentados, más de dos millones. «Muchos de los que ahora votamos a los republicanos es por eso», dice Balboa, que es maestra y que teme que sus hijos adolescentes se vean influidos por los carteles o las pandillas centroamericanas.

Carlos Cardoza reconoce que parte del cambio de actitud tiene que ver con que la gran mayoría de los inmigrantes ya no son mexicanos. Desde hace años, llegan de forma masiva desde Centroamérica. Y en los últimos tiempos, desde Venezuela o Haití. «Los veo poner escaleras y saltar la valla», dice este jubilado de 65 años de Granjeno, un pueblito de casas bajas, pegado al muro, con gallinas y perros por la calle y un cementerio coqueto lleno de flores de colores por el Día de los Muertos. Él es votante demócrata y no va a cambiar. «Pero mis hijos ya votan republicano», reconoce.