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Mar, Abr

Las matanzas masivas baten récords en EE.UU. en 2019

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Se cierra el año con un total de 41 masacres en todo el país

(ABC)En 2017, EE.UU. vivió la mayor matanza con arma de fuego de su historia, cuando un hombre armado hasta los dientes se parapetó en una habitación de un hotel de Las Vegas y disparó de forma indiscriminada contra los asistentes a un festival de música country. Murieron 59 personas. El año pasado fue el de las grandes movilizaciones sociales para impulsar -una vez mas, sin grandes logros- un mayor control en el acceso a las armas de fuego. Las lideraron estudiantes que sobrevivieron a la matanza del instituto de Parkland (Florida).

La lacra de las muertes masivas en EE.UU. es, sin embargo, tozuda y este año ha batido récords. Hoy se cierra 2019 con un total de 41 matanzas masivas, según el cálculo que cada año realizan la agencia de noticias AP, el periódico ‘USA Today’ y la Universidad Northeastern. El estudio contabiliza como matanzas masivas aquellas en las que al menos fallecen cuatro personas, sin contar al perpetrador del ataque.

El número de episodios violentos de este tipo es el mayor desde que se empezó a realizar el estudio, en 2006, pero los investigadores no han encontrado ningún año con más matanzas masivas desde que hay datos fiables, desde la década de 1970. El siguen año con más casos fue 2006, con 38 matanzas.

Solo hubo que esperar 19 días para que ocurriera uno de estos sucesos. Fue en el condado de Clackamas, en Oregón, en el Noroeste del país,. Un hombre de 42 años mató a su madre, su padrastro, su novia y su hija de nueve meses. Lo hizo con un hacha, una circunstancia que la separa de la mayoría de estas tragedias, que ocurren con armas de fuego. Solo ocho de las 41 matanzas las muertes no fueron a tiros. En seis casos fueron con armas blancas -cuchillos, hachas- y en dos casos los perpetradores prendieron fuego a una casa para matar a los que estaban dentro.

Sí fue normal en aquel episodio que los fallecidos fueran gente que conocía el atacante. La mayoría de estas tragedias tienen que ver con reyertas familiares, peleas en el mundo de la droga, violencia de bandas o simple odio dirigido contra compañeros de trabajo. En 18 de las 41 matanzas, los muertes afectaron a familiares del perpetrador.

En la memoria colectiva

Esta matanza, como tantas otras, normalmente no fue más allá de las páginas de los periódicos regionales o de un seguimiento en el informativo local. Solo las que tienen un número elevado de fallecidos, más allá de la decena, llegan al conocimiento de todo el país. Los nombres de muchas de ellas queda en la memoria colectiva del país, como una tragedia inevitable que sigue sumando apellidos, con referencias al lugar en el que sucedieron: Columbine, Virginia Tech, Sandy Hook, Aurora, San Bernardino, Pulse, Las Vegas

Este año, el nombre que quedará es el de El Paso, la ciudad de Texas fronteriza con México, y su Walmart, el centro comercial donde Patrick Crusius, de 21 años, disparó de forma indiscriminada contra los clientes. Mató a 22 personas. Fue un ataque de odio, calentado por una ideología del nacionalismo blanco y antiinmigrante que ha cogido impulso desde el ascenso al poder de Donald Trump, y que estuvo dirigido contra los hispanos que viven en El Paso y los muchos mexicanos que cruzan la frontera para hacer compras en el centro comercial.

La tragedia fue a comienzos de agosto, un mes que centró la atención en el debate sobre el acceso a las armas porque aglutinó otras dos matanzas en pocos días: una más en Texas, en Odessa, pocos días después -ocho muertos-, y otra en Dayton (Ohio), con nueve muertos.

La sucesión de masacres coincidió con el arranque de los debates entre candidatos demócratas a la presidencia de EE.UU., los que buscan ser el nominado del partido y disputar la reelección de Trump. El más agresivo fue Beto O’Rourke -ahora ya fuera de la carrera presidencial-, que es de El Paso y convirtió la regulación de las armas en su gran propuesta como candidato.

Control en el acceso a las armas

Todos los demócratas apuestan por un mayor control en el acceso a armas, sobre prohibir las que son de estilo militar y establecer un sistema de evaluación de los compradores más estricto. Este mismo fin de semana, el favorito en las primarias demócratas, el ex vicepresidente Joe Biden, volvió a hacer un llamamiento en ese sentido: «A la gente de EE.UU. se nos están acabando las lágrimas, pero no se nos pueden acabar la fortaleza y la decisión para conseguir avances», escribió en un correo electrónico a sus seguidores.

Incluso Trump pareció dispuesto a promover cambios tras el aluvión de matanzas de agosto. Aseguró que habría «discusiones serias» entre los líderes del congreso para instaurar controles «significativos» al acceso a las armas. Una llamada con Wayne LaPierre, máximo responsable de la Asociación Nacional del Rifle, el principal ‘lobby’ de lar armas y un actor clave en el apoyo político a Trump, le hizo atemperar su postura y dijo que los controles actuales ya son «muy, muy fuertes» y que las tragedias con armas de fuego son sobre todo «un problema mental».