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Sáb, Abr

Pensamiento viral y pandemia comunicativa: el virus es el mensaje

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La pandemia vírica encierra tantas significaciones como intérpretes se afanan en desentrañarla estos días de confinamiento desde el punto de vista filosófico, sociológico, antropológico o semiótico

(ABC) La pandemia vírica encierra tantas significaciones como intérpretes se afanan en desentrañar estos días de confinamiento desde el punto de vista filosófico, sociológico, antropológico o semiótico: anuncio del apocalipsis, distopía bacteriológica, reacción airada de la naturaleza, castigo divino, maniobra anticapitalista, creación de laboratorio, efecto perverso de la globalización… Pensadores y publicistas, comunicadores, intelectuales y gurús de toda suerte y condición tratan de desvelar los sentidos del enigma viral en artículos y entrevistas en los grandes tabloides internacionales, revistas de pensamiento o en blogs de prestigio.

Giorgio Agamben abría el fuego demasiado pronto, a finales de febrero, cuando apenas sabíamos a lo que nos enfrentábamos. En «l’invenzione di un’epidemia» defendía que todo era una mera invención, el pretexto ideal para la restricción de libertades y para la creación de un estado de pánico colectivo que la justificase. Uno de los intelectuales franceses más lúcidos, Jean-Luc Nancy, ya consciente de la gravedad de la situación, matizaba la arriesgada opinión de su amigo italiano. Para Nancy, el problema viene de la interconectividad actual la cual ha provocado una especie de excepción viral - biológica, informática, cultural - que nos pandemiza.

El gran provocador, Slavoj Zizek, también a finales de febrero, publicaba un artículo de opinión en Russia Today minimizando la epidemia y preguntándose qué pasaría si se desencadenase una verdadera catástrofe global… Con semejante despiste, el oportunista filósofo esloveno ya ha fabricado un best-seller ad hoc, «Pandemic!», en el que propone la solución genial a la crisis descomunal que atravesamos: abandonar el capitalismo neoliberal y volver a una especia de solidaridad global de tipo comunista. Un comunismo revisado sería la sorprendente consecuencia de esta catástrofe.

También Noam Chomsky insiste en que estamos ante una falla masiva y colosal del capitalismo neoliberal como nuestro ausente ministro de Universidades, el sociólogo Manuel Castells, que desde las páginas de «La Vanguardia» consideraba la plaga otro efecto perverso de la globalización. La solución que él plantea es el reseteo de la humanidad, una reencarnación colectiva de nuestra especie para dar paso a otra forma de vivir y otra economía. El inexistente - en el sentido que le da Calvino al término - ministro pide una priorización de lo público en la organización de la economía y de la sociedad, es decir, una estatalización encubierta que él denomina eufemísticamente intervención pública masiva.

Para otras posiciones ideológicas más reflexivas, la superación de esta crisis social, sanitaria y financiera debe venir de la apuesta decidida por la dignidad humana y sus valores irrenunciables, la libertad individual matizada por el sentido de responsabilidad, junto a los valores espirituales y creativos, en opinión de Javier Gomá en ABC o de Gilles Lipovetsky en declaraciones a «Le Point». Tanto Gomá como Lipovetsky o Savater rechazan las teorías conspiranoicas y achacan la catástrofe epidémica en Europa a razones más prosaicas: la imprevisión, la incompetencia e incluso la estupidez. Fernando Savater, desde «Ethic», opinaba que no se van a producir cambios sociales de la humanidad, porque la humanidad no cambia, frente a la posición del sociólogo norteamericano Jeremy Rifkin, que vaticina cambios radicales de naturaleza socioambiental en la revista «Telos». Para este afamado activista y divulgador del eco pensamiento, sólo evitaremos una nueva extinción de la humanidad si realizamos la tercera revolución industrial basada en la conectividad tecnológica, energética y epistémica.

«El virus es el mensaje», con este mcluhiano título publicaba un incisivo artículo, en el blog «Hipermediaciones», la argentina Sandra Valdettaro. Titular sugerente que se carga de sentidos ante el tsunami interpretativo, polémico y polisémico, que arrastra en la actualidad a los medios tradicionales y digitales. Pensaba yo que el virus biológico se había convertido en un virus comunicativo contagioso, hasta que fui consciente de que los coronavirus, como todos los virus, son, literalmente, mensajes. El virus es el mensaje adquiere un nuevo sentido, literal, en el que el verbo copulativo expresa una evidencia fáctica y bacteriológica. Mi viejo amigo el doctor Salorio me revelaba que los virus no son en realidad ningún tipo de seres, sino puros mensajes en sí, son códigos. Esos códigos producen la infección al entrar en contacto con las células del receptor, provocando la enfermedad. Si la comunicación digital que hoy conocemos y que ha retransmitido instantáneamente cada incidencia y cada infección de la pandemia es per se viral, esta expresión deja de ser metafórica.

Estamos ante un virus comunicativo y una comunicación viral: el virus infecta a las células y se multiplica vertiginosamente en el paciente para, inmediatamente, contagiar a otros receptores. De igual modo, en esa lógica del contagio, la información sobre la pandemia se ha expandido por las redes en tiempo real, generando innumerables datos estadísticos y explicaciones científicas, fake news y bulos intencionales, informes médicos y ensayos interpretativos. Como ninguna otra, esta es una pandemia comunicacional.

Para Agamben es un virus inventado y para Zizek un virus ideológico; virulento para Gomá y apocalíptico para Rifkin; un virus futurista para el semiólogo colombiano Armando Silva que desde las páginas de «El Tiempo» recurría a las distopías de la novela y el cine para imaginar la pandemia como una ficción, pero una ficción real como la vida misma. No son las interpretaciones - diversas, contradictorias, polémicas - es el virus mismo el que constituye el mensaje.

Entre los innumerables tópicos que se repiten en estos días, Fernando Savater se refería al único indiscutible: los virus no respetan las fronteras porque vivimos en un planeta global y - añadía - realmente el principio de cosmopolitismo es la infección generalizada. Quizás esté ahí la clave, el virus se expande como su mensaje, a escala planetaria, infectando todo en un nuevo cosmopolitismo bacteriológico, tecnológico y comunicativo. Si estas líneas fueron inspiradas por la paráfrasis del célebre axioma mcluhiano, volvemos al visionario McLuhan de la mano del filósofo Javier Gomá. En una de las tribunas más prestigiosas de la prensa en lengua española, la Tercera de ABC, el filósofo vasco sentenciaba: « Sólo existe la aldea global: el virus, que no usa pasaporte, nos hace cosmopolitas».