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Mié, Abr

La verdadera historia de las mujeres a las que asesinó Jack el Destripador

Policía
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La escritora británica Hallie Rubenhold reivindica en un libro a las víctimas del popular asesino

(ABC) Mary Ann «Polly» Nichols, Annie Chapman, Elizabeth Stride, Catherine Eddowes y Mary Jane Kelly. Mucha tinta ha corrido sobre Jack el Destripador, el hombre que mató y descuartizó de forma brutal a estas cinco mujeres en el barro londinense de Whitechapel en 1888, y cuya identidad sigue siendo un misterio. Justamente esa incógnita lo ha convertido en una leyenda. Según la historiadora Hallie Rubenhold, «es vergonzoso reconocer que Jack el Destripador es una de las marcas con las que más se vende el Reino Unido. Es uno de los más graves crímenes jamás resueltos y hay una enorme fascinación por él», y añade que «todo este negocio alrededor de ello es indignante», ya que «para que esto sea posible tenemos que denigrar a estas mujeres y borrar la realidad de lo que pasó: que un hombre real le hizo eso a mujeres reales. Cuando somos conscientes de esto, todo deja de ser divertido».

De esta forma, la historiadora justifica la importancia de una investigación que llevó a cabo durante poco más de tres años y medio a tiempo completo y que se convirtió en un libro, publicado por el momento solo en inglés: «Las cinco: las vidas no contadas de las mujeres asesinadas por Jack el Destripador» (Editorial Penguin Random House). «Han tenido que pasar ciento treinta y dos años para conocer a las mujeres a las que mató. Lo sabemos todo sobre él pero nada sobre ellas». Así lo explicó Rubenhold durante en un encuentro con los corresponsales extranjeros en Londres para presentar su libro. Y aclara además que el mito, que se ha ido nutriendo de ideas equivocadas, «dice que las mujeres que mató eran prostitutas, y esto es categóricamente falso». No hay evidencia de que tres de ellas fueran trabajadoras sexuales; de hecho, solo está comprobado que una lo fuera pero, como explica la autora, «parte de la narrativa de la época era decir que las habían matado por ser malas mujeres». Estas eran las que «contravenían las reglas del siglo XIX: si estaban en la calle, si no estaban en su casa, si no tenían hijos, merecían que les pasaran cosas malas. La forma en la que se contaba la historia establecía que a las mujeres buenas no les pasaba nada malo».

Por eso, «literalmente eliminé al asesino de la obra -dice la autora-, ya que hay demasiada información sobre él y demasiado gore alrededor de su historia». Considera que es «absolutamente irrelevante saber quién era Jack el destripador» y, pese a todo lo que se ha escrito al respecto, asegura que «la evidencia es muy pobre, los detalles policiales han desaparecido, y no se va a resolver un crimen de esa época basándose en periódicos».

Más allá de la muerte

En todo caso, el deseo de la escritora es que «no nos centremos en la muerte, sino en la vida, en quiénes eran ellas. Eliminemos la muerte y hablemos de lo que pasa a partir de ella». La suya no es solo una forma diferente de analizar lo que sucedió, sino de entender cómo funciona la sociedad actual a partir de hechos del pasado. «Estamos obsesionados con los asesinatos en serie, y a la vez todos queremos evitar ser víctimas de un asesino, pero es necesario ver más allá y tratar de entender cómo la sociedad construye a una víctima o a un asesino, y cómo afecta esta construcción al conjunto de esa sociedad». Rubenhold, que tiene otros tres libros en su haber (uno de los cuales fue adaptado para la televisión por la BBC) considera que «la invisibilidad de las mujeres es un problema».

Cuando se incendió la torre de viviendas sociales Grenfell en la capital británica en junio del 2017 y murieron 71 personas -un hecho que conmocionó a toda la nación-, Hallie Rubenhold se encontraba en pleno proceso de escritura y reflexionó sobre el drama de la pobreza, de la supervivencia, de las oportunidades. «No todas las víctimas de Jack el Destripador eran prostitutas, pero sí que todas eran mujeres pobres, y eso era lo peor que podía pasarte en esa época. Y es lo peor que puede pasarte también ahora. Aún tenemos muchos de los mismos problemas que entonces», asegura.

Pese a haber sido asesinadas en la zona de Whitechapel, ninguna de las mujeres era de allí. Provenían de lugares como Holborn, Knightbrige, Wolverhampton, Gales y Gotemburgo (Suecia). Cuatro de ellas rondaban los cuarenta años cuando fallecieron y una tenía veinticinco años.

Amenazas

Esta obra, la primera biografía acerca de las víctimas del célebre asesino, generó una enorme polémica que empezó, según la autora, ocho meses antes de ser publicada. Rubenhold asegura que ha recibido amenazas del sector de los «riperólogos» (por el nombre en inglés de «Jack the Ripper»), así como mordaces críticas en las que se le acusa de ignorar los «hechos». Para ella, que ante la pregunta de si se considera feminista responde que por supuesto -«creo en la igualdad entre hombres y mujeres»-, esas críticas vienen en parte por el hecho de ser una mujer y de haberse metido en un terreno tradicionalmente copado por los «expertos» en el famoso criminal, cuyos «egos han sido atacados».

Y aunque afirma que «no tengo una agenda antes de empezar a escribir», está claro que este es un libro feminista porque «los documentos hablan del abuso que sufrían las mujeres en la época victoriana: su lugar era en la casa, no podían ganar más dinero que el hombre, su educación era algo secundario...» Rubenhold ha hecho un ejercicio de mirar «la historia que hay detrás detrás de la historia», ya que normalmente «no penetramos más allá de los grandes acontecimientos o personajes, pero la historia mas relevante es la historia de la gente común».

El caso de Jack el destripador, además, tuvo como consecuencia la creación de la Asociación de la Prensa extranjera de Londres, ya que los primeros corresponsales europeos fueron enviados a cubrir la noticia a la capital británica en aquel momento. «En los 1800, como ahora, había un imperativo: vender periódicos. Y el sensacionalismo ayudaba a eso», concluyó Rubenhold.

Las cinco víctimas

Mary Ann Nichols (26 de agosto de 1845-31 de agosto de 1888). Conocida como «Polly», nació en una casa de 200 años en Shoe Lane, se casó y dio a luz a cinco hijos. Como otras mujeres de la época, cayó en la pobreza al separase de su marido.

 

Annie Chapman (Septiembre de 1841-8 de septiembre de 1888). Era de clase media y había vivido en la zona de Windsor. Casada y con tres hijos, empezó a beber cuando falleció una de sus hijas. Cayó en la indigencia al separarse de su marido.

 

Elizabeth Stride (27 de noviembre de 1843-30 de septiembre de 1888). Nació en una granja de Suecia. Aunque ejercició la prostitución durante un tiempo, no hay pruebas de que aún trabajara en ello cuando fue asesinada. Trabajó como asistenta y estuvo casada.

 

Catherine Eddowes (14 de abril de 1842- 30 de septiembre de 1888), Era hija de un importante sindicalista de Wolverhampton. Se casó y tuvo tres hijos, pero los problemas con el alcohol acabaron por dejarle en la calle y lejos de su familia.

 

Mary Jane Kelly (1863-9 de noviembre de 1888). Es la que fue asesinada siendo más joven y la única de la que hay pruebas de que era trabajadora sexual. De hecho, trabajó como prostituta de «clase alta» en la zona del West End. Era de buena familia y había sido educada en buenas escuelas.