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Vie, Abr

El motivo por el que la cara de un hombre atractivo te puede engañar

Ciencia y tecnología
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Los que tienen un rostro muy masculino no tienen un sistema inmune más fuerte y, por tanto, no tienen por qué ser mejor pareja para tener descendientes, desde el punto de vista evolutivo

(ABC) Los machos de algunas especies de animales desarrollan ornamentos sexuales de proporciones exageradas, como los cuernos de los renos o las colas de los pavos reales, que son todo un incordio para su supervivencia. Sin embargo, según algunos biólogos, estos rasgos son apreciados y evaluados por las hembras y se convierten en una marca de calidad genética. ¿Por qué? En teoría porque solo los machos premiados con unos buenos genes y buena salud con capaces de tener esos ornamentos grandes y lustrosos sin morir en el intento. Por ello, según esta hipótesis, para las hembras es ventajoso reproducirse con ellos porque así aumentan la probabilidad de que esos «buenos» genes de los machos pasen a sus descendientes. De ahí que las mamás desarrollen esas preferencias por estas desventajas masculinas a lo largo de la evolución.

Investigadores como David Puts se han planteado si esto ocurre también en el ser humano. Si la masculinidad facial o las voces graves son el equivalente humano de las colas de los pavos reales, sobre todo porque estos rasgos son hereditarios y parecen ser atractivos para las mujeres. De hecho, otros científicos como Ivar Folstad y Andrew John Karter han llegado a proponer que la masculinidad facial podía ser un indicador de la calidad del sistema inmunológico. Sin embargo, un estudio que se acaba de publicar en Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS)se ha unido a otros muchos que han venido a descartar esta idea en los últimos tiempos. Los investigadores, procedentes de la Universidad Católica de Leuven (Bélgica) y de la Universidad del Estado de Pensilvania (EE.UU.), han concluido que no por tener una cara muy masculina se tiene un sistema inmune más fuerte y se es mejor pareja.

Es evidente que, generalmente, la cara de hombres y mujeres es distinta. En la especie humana, al igual que ocurre con otros primates, existe un dimorfismo sexual, que se expresa en diferencias de la fisionomía como el rostro o la presencia de vello corporal. Muchos científicos se preguntan por qué ocurre esto. ¿Estos rasgos aparecieron porque ayudaban a los machos a intimidar a otros machos, o porque le permitían a las hembras escoger a machos más sanos? ¿Este dimorfismo se ha reducido con el paso de los milenios? ¿Es el mismo en todas las poblaciones humanas? ¿Tienen las distintas poblaciones diferentes preferencias y gustos sobre la masculinidad por motivos culturales?

La desventaja de parecer muy masculino

En esta ocasión, los autores de la investigación se preguntaron si la masculinidad de los rostros es un rasgo correlacionado con una mayor calidad del sistema inmunológico. ¿Por qué podría ocurrir esto? Los hombres con rasgos más masculinos tienen mayores niveles de andrógenos, unas hormonas que tienen efectos inmunodepresivos. Por tanto, en teoría, solo aquellos que tienen sistemas inmunes más efectivos pueden tener más andrógenos y rasgos masculinos más marcados. Si esto fuera cierto, los rasgos faciales serían como una marca «honesta» de la calidad de los machos, un incordio similar a la cola del pavo real que indica que el varón es tan fuerte que puede permitirse ser realmente viril. Varios estudios han apoyado estas ideas.

En esta ocasión, los investigadores trataron de confirmar o descartar esta hipótesis. Para ello, mostraron imágenes tridimensionales de rostros de hombres y mujeres a 1.233 individuos europeos, a los que les pidieron evaluar la masculinidad de los mismos.

Compararon las puntuaciones en masculinidad con las alturas de estas personas, porque la estatura se considera como un indicador positivo de salud, ingresos y nutrición, además de una señal de resistencia a enfermedades y a infecciones. En efecto, averiguaron que las personas más altas suele tener caras más masculinas, con rasgos distintos en los alrededores de los ojos, en el puente de la nariz, en los pómulos y en el mentón. Sin embargo, lo destacado es que esta correlación apareció tanto en hombres como en mujeres, por lo que no permitió concluir que la masculinidad facial es una marca característica de «la calidad» del hombre.

Después de hacer todo esto, faltaba evaluar la calidad de los sistemas inmunológicos (la inmunocompetencia). ¿Cómo hacerlo? Los científicos recurrieron a un sencillo índice obtenido al analizar los genes de cada individuo. En concreto, recurrieron a medidas de diversidad genética en el complejo mayor de histocompatiblidad, una región del genoma en la que hay cientos de genes de los que depende lo bien que una persona puede responder a patógenos (atacantes) diversos.

Al tener en cuenta las puntuaciones en masculinidad facial y las puntuaciones en inmunocompetencia, observaron que no había ninguna correlación entre ambas. Los hombres con rostros más masculinos no tenían por qué sacar mejores puntuaciones de calidad en sus sistemas inmunes.

La no correlación entre inmunocompetencia y masculinidad y la correlación entre altura y masculinidad son prueba, según los autores, de que la masculinidad facial no es un ornamento sexual como lo es la cola del pavo real. Es decir, no es una marca a través de la que los hombres le «hayan dicho» a las mujeres que tienen una gran calidad genética, a lo largo de la evolución.

Sin embargo, los autores han señalado que otro rasgo podría estar haciendo ese papel. Han sugerido que la altura, que es una característica atractiva que las mujeres tienen en cuenta a la hora de buscar pareja, podría ser la señal que indica lo sano y fuerte que está un hombre, y lo sanos y fuertes que pueden ser sus hijos.