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Vie, Abr

REAL MADRID... El Madrid y Zidane se desconectan

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El técnico, que ayer habló a su plantilla, continúa en el cargo, pero su situación en el banquillo se deteriora ante la mala gestión con las jóvenes promesas, el bastión de la política del club desde hace una década

 

(ABC).- El enfado compite con la resignación, la indignación tutea a la impotencia, la falta de reacción vence a la falta de confianza de muchos futbolistas. El análisis de la cúpula de la entidad es frío, más allá del enfado caliente del desastre vivido en Alcoy. La crisis del Real Madrid es dura porque permanece en el tiempo, es un Guadiana intermitente que cada mes inunda al madridismo con un torrente de fiascos en cuanto los jugadores consagrados, los veteranos de mil lides y veinte títulos, no responden porque su físico ya no es el mismo de hace cuatro años. Zidane ha cometido el error de confiar todo su futuro en figuras inmersas en la treintena que ya no pueden rendir cada tres días. Y el horror de esa posición es la tozudez de querer dar partidos a hombres como Isco y Marcelo, en un intento de recuperar a viejas glorias que son eso, viejas glorias, mientras no concede minutos a muchas promesas fichadas as un buen precio. Las risas de Isco y Marcelo en Alcoy en plena prórroga, cuando se vislumbraba el hundimiento, han supuesto el remate de un fin de ciclo que ambos vivirán en junio.

 

Los jugadores saben que están en la diana y son los que deben reaccionar; Ramos, el capitán, toma el mando ante la crisis

 

El enfado compite con la resignación, la indignación tutea a la impotencia, la falta de reacción vence a la falta de confianza de muchos futbolistas. El análisis de la cúpula de la entidad es frío, más allá del enfado caliente del desastre vivido en Alcoy. La crisis del Real Madrid es dura porque permanece en el tiempo, es un Guadiana intermitente que cada mes inunda al madridismo con un torrente de fiascos en cuanto los jugadores consagrados, los veteranos de mil lides y veinte títulos, no responden porque su físico ya no es el mismo de hace cuatro años. En la empresa se reflexiona que Zidane ha cometido el error de confiar su futuro en figuras inmersas en la treintena que ya no pueden rendir cada tres días. Y el colmo de esa posición es querer dar partidos a hombres como Isco y Marcelo, en un intento de recuperar a viejas glorias mientras no concede minutos a muchas promesas fichadas as un buen precio. Las risas de Isco y Marcelo en Alcoy en plena prórroga, cuando se vislumbraba el hundimiento, han supuesto el remate de un fin de ciclo que ambos vivirán en junio.

 

El segundo fallo de Zizou, reconocido por el club, es haber dejado fuera de juego a un plan B que hace dos años era fundamental y que ahora se ha sentido desconectado ante la omnipotencia que el entrenador ha otorgado a las estrellas de las tres Champions consecutivas. En este sentido es especialmente doloroso que hombres como Valverde y Vinicius, que salvaron el cuello al francés en diciembre con cinco victorias consecutivas y la clasificación para la Champions, cayeran en la suplencia cuando se habían ganado el crédito. Ellos dos son la cabeza de puente de un grupo de jóvenes que se perdieron en el anonimato, empezando por Odegaard, que ha pedido su cesión, y acabando por Militao, Odriozola, Mariano y Jovic, derrotados por la situación.

 

Ya no valen lamentos

 

Zizou se reunió ayer con la plantilla y habló con crudeza durante seis minutos que fueron intensos. No le gusta extenderse en palabras, sino ser directo, duro, escueto. No es cierto que no dijera nada relevante. Les pidió explicaciones por el fracaso. Los jugadores asumieron que están en la diana y ya no valen lamentos. Deben reaccionar y el Alavés, mañana, se ha convertido en otro examen final.

El Real Madrid no está de acuerdo con esta mala gestión del técnico, otrora maestro en sacar rendimiento de los reservas de lujo. Zizou ha fallado en su mayor virtud, la gobernanza del grupo. Nunca fue un preparador de tácticas ni de reacciones maestras como hacía Mourinho. Sí ha sido un buen director de egos y de la plantilla. Y si Zidane tropieza en lo mejor que ofrecía, las cosas irán mal, como así ha sucedido.

Sin dejarse llevar por el fragor del enojo, la dirección deportiva del Real Madrid no piensa echar al entrenador ahora, salvo que una hecatombe mayor de resultados exigiera un cambio de timón. La empresa conoce bien lo mejor y peor de Zinedine y le da un margen. El primer plazo es la Champions, febrero, el Atalanta. El segundo plazo es el final de la temporada. Entonces, en consecuencia con los hechos, se decidirá si el marsellés continúa o si conviene hacer una revolución en el banquillo con un nuevo técnico que sí ejecute el cambio que el equipo necesita.

 

La entidad requiere un responsable deportivo que aplique en el campo la política de futuro que la institución ha realizado desde hace una década. La casa blanca fichó a Vinicius, Valverde, Rodrigo, Odegaard, Jovic, Militao y Odriozola para formarlos en casa. Casemiro fue el primer ejemplo de esa filosofía. La dirección deportiva quería que esos futbolistas jugaran progresivamente y se hicieran un hueco en el equipo en una rotación con los consagrados. Zidane lo hizo así durante un trienio. Fue quien elevó a Casemiro a la categoría de indispensable. Pero desde el año pasado acabó con la importancia de los suplentes de oro para convertirlos en reservas sin lustre. Lo negativo de esta desconexión es que muchos de esos chicos se han sentido desasistidos. Odriozola no jugaba desde septiembre. Militao no lo hacía desde octubre. Y Odegaard ha solicitado marcharse.

 

El silencio del técnico en Alcoy, sin hablar con los futbolistas al final de los noventa minutos ni en la prórroga, fue otra imagen que no gustó a sus jefes. Expuestas las verdades de Zinedine, hay otra realidad suprema: esos futbolistas tenían que haber ganado al Alcoyano sin necesidad de nadie que les mande. Y se mostraron impotentes.

Zinedine sigue. De momento. El Alavés es, mañana, su siguiente examen. Ramos, que no ha renovado, tendrá que liderar otra revolución interna. Ya comenzó ayer. Es el primero que sabe que ellos también se la juegan. El escudo del entrenador ya se ha acabado.