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Mié, May

CHAMPIONS, CUARTOS DE FINAL... El mismo suplicio de siempre

Deportes
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El Atlético se excede otra vez en su propuesta defensiva y el Manchester City encuentra un resquicio con De Bruyne para tomar ventaja en la eliminatoria

(ABC).- Otra sesión plomiza del Atlético en Inglaterra. Otro suplicio defensivo con un nudo siempre en la garganta, pero esta vez sin gesta, sin gol salvador en el último instante, sin héroe. El Manchester City fue mejor, gobernó la noche de Champions y asume un marcador favorable en los cuartos de final.

 

Faltan quince minutos para arrancar y el Etihad no luce un cuarto de entrada. La parroquia citizen es pacífica y paciente, poco que ver con el acaloramiento tan común en otros parajes británicos del fútbol. El club de los ricos árabes trata de almacenar historia, construir un futuro, gestionar algún tipo de leyenda. Lo que hay en el exterior del estadio es una mención pictórica en grandes carteles a viejas glorias del club, futbolistas desconocidos que poco recuerdan a otros célebres (Dalglish, Keegan, Charlton, Cantona, Shearer). El mejor jugador del City pre-arábigo es Collin Bell, un centrocampista conocido como ‘El rey de la Kippax’. Y el mejor entrenador antes del ‘guardiolismo’ y demás fue Malcolm Allison, fumador y polemista a tiempo completo que subió al equipo de segunda en los setenta. El relato futurista está por hacer en el Manchester City.

 

El Atlético ha levantado una historia única con Simeone, aunque como ayer, como tantas veces, el sentido estético del juego sea una pantomina. Es un fútbol antipático, feo a la vista, pero desesperante para el adversario. El equipo azul de la posesión interminable, que practica una presunta superioridad moral y formal porque el balón es de su propiedad, se marcha al descanso con la duda en la cabeza. Se preguntan sus jugadores si será suficiente con mantener ese 75 por ciento de posesión en la primera mitad para derribar el muro de rayas.

 

El Atlético hinca un 1-5-5 en el Etihad. Cinco defensas oficiales, tres centrocampistas arremangados y dos podencos postizos más. Joao Félix se cambia la piel para interceder por una causa que dice Simeone no debe dar vergüenza. Más que eso, es aprensión lo que produce la propuesta rojiblanca. Es el partido de siempre con los mismos clichés de siempre, al menos en el primer tiempo. Un equipo que se protege como una tortuga en su concha y un enemigo que percute sin la ferocidad de otros, tipo Liverpool, con más propensión a la dentellada.

 

El City es una suave orquesta que toca el violín, afina con las trompetas y de forma armónica seduce al contrario hasta que lo pica con delicadeza. Tiene mucho de aburrida la secuencia, sin vigor, sin diente.

 

El Atlético quiere ser la mantis religiosa que dormita y envenena con un picotazo. Eso busca en el partido, también desoladora la espera, cien pelotazos de Oblak, doscientos despejes de Savic y Felipe, cuatro combinaciones decentes y Joao Félix y Griezmann a la caza de balones imposibles. Una vez sacó el balón con propiedad el Atlético, tocando y desmarcando peones. Y una vez se escapó Joao en velocidad para asustar al inédito Ederson. El robo, el rechace, la carrera y diez defensas.

A veces no siempre es la mejor elección convertir cada noche en una agonía y apelar luego al legendario sufrimiento de la entidad... El Manchester City no creó una ocasión potable, al revés de lo que hicieron un día el Liverpool, el Arsenal, el Bayern Múnich o el Chelsea. Con eso tiró el Atlético hasta la mitad del juego.

La cautela dio paso a una fugaz impresión de expansión. Un par de contragolpes con Griezmann y Llorente al mando reanimaron al Atlético, anestesiado hasta entonces desde su idiosincrasia defensiva. La sinfonía de Guardiola fue apercibida del veneno que le rondaba, el Atlético mejoró su aspecto, adelantó la línea, se descolgó del larguero de Oblak...

 

La duda se instaló por unos momentos en el Manchester City, anclado en la buena dirección de Rodri, peso pesado para sostener esa estructura indolora y tantas veces insípida. El Atlético quiso parecerse a sí mismo, el balón rápido, las aperturas concretas y aunque el pase no siempre preciso después de tanto desgaste de energías, la pelota avanzaba a empellones hacia el portero rival.

 

Sucedió que los cambios dinamizan el juego, le dieron otra rítmica, tres sustituciones por bando, y el que mejor salió parado fue el City con Foden, Grealish y Gabriel Jesús. Mucho talento en las arcas de los jeques. De Bruyne rondó el gol en un par de faltas desde la aproximación a la frontal del área, allí donde su equipo navegó toda la noche.

 

En una de ellas la conexión de técnica, métrica y colmillo descompuso la cuadratura del partido. Foden vio el hueco, acertó con el pase al espacio y De Bruyne resolvió con mucha propiedad. Minuto 69, con tiempo por delante, pero sin la jerarquía para mandar, el Atlético no fue capaz de sujetar el esférico, proponer algo diferente y asumir la remontada.

 

El City siguió a la suya, más posesión, más plomizo el dichoso ADN. Entonces sí el Atlético defendió hacia adelante, sin tanta precaución, sin sobredosis de zagueros, pero sin tiempo para dar la vuelta al calcetín.