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Vie, Abr

Menos periodistas asesinados en un mundo con menos periodismo

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El informe anual de Reporteros Sin Fronteras presenta la cifra más baja de informadores muertos por ejercer su oficio desde 2003, aunque se sospecha que esa mejora se debe a la retirada de los medios de las zonas de conflicto

Como la vocación obra milagros, dos décadas de carrera y la conciencia de correr peligro no habían conseguido que Norma Sarabia se decidiera a tirar la toalla. La reportera, que denunciaba la corrupción policial en la localidad de Huimanguillo, estado de Tabasco, México, murió el 12 de junio de 2019, cuando fue tiroteada mientras charlaba con un familiar cerca de su casa. No tuvo que pasar mucho tiempo para que otro de sus compañeros de profesión sufriera una suerte similar a la suya.

El 31 de agosto, el periodista Edgar Joel Aguilar, que cubría información de sucesos, recibió varios disparos tras entrar en una barbería de la ciudad de Santa Rosa de Copán, al oeste de Honduras. Un mes más tarde, el 10 de octubre, las armas se volvieron contra Néhémie Joseph, un reportero haitiano que se había destacado por criticar la corrupción del gobierno de su país, hundido en una sucesión de crisis desesperante. Ese día, en la ciudad de Mirebalais, el joven fue forzado a meterse en el maletero de un vehículo, donde las balas pusieron fin a su vida. Son tres casos de una lista mucho más larga, que se extiende a otros países y comparte el origen común del impulso asesino: silenciar a la prensa, apagar la información que los violentos no quieren que se haga pública.

Las historias de Sarabia, Aguilar y Joseph se pueden leer en el informe de Reporteros Sin Fronteras (RSF) de 2019, presentado esta semana en Madrid, donde se dan a conocer datos esenciales que hay que retener: a lo largo de este año, 49 periodistas han sido asesinados, 57 secuestrados y 389 encarcelados en todo el mundo. La cifra de muertos, que es la más baja desde 2003, puede invitar a la esperanza, pero se teme que oculte un reverso de desánimo vinculado con la derrota de la profesión, como explica Alfonso Armada (Vigo, 1958), presidente de la sección española de RSF, en una charla telefónica: «Celebramos que haya menos muertos, pero muchos tememos que los haya porque el periodismo internacional, el que cubre los conflictos, esté de capa caída». Las causas de ese deterioro se relacionan con el discurso populista, de izquierdas o derechas, que presume de enarbolar la verdad frente a las mentiras de los medios tradicionales, y con la crisis económica que ha golpeado al oficio durante los últimos años: «La cifra de muertos -añade Armada- esconde una realidad preocupante. El odio a los periodistas aumenta en todo el mundo. Eso pone en peligro sus vidas, porque se afirma que son prescindibles, irrelevantes o, en algunos casos, enemigos del pueblo, como suele decir Donald Trump. Hay otro detalle significativo, y es que los grandes medios cada vez dedican menos espacio a cubrir conflictos, por lo que hay menos periodistas expuestos al peligro. También ocurre que hay periodistas locales, como en Yemen, que prefieren dedicarse a otras tareas para evitar riesgos. Por ejemplo, sabemos que uno, que trabajaba en un diario, se dedica ahora a vender hielo, y otro se ha hecho camarero». Solo hay una nota más o menos optimista: la influencia beneficiosa que ha podido tener el « Manual de seguridad para periodistas», publicado de forma conjunta por RFS y la Unesco, donde se dan consejos útiles para que los reporteros que cubren guerras lo hagan de la forma menos riesgosa posible.

Por desgracia, algunos tipos de represión son tan sofisticados que van tejiendo una tela de araña de la que escapar parece imposible: «Para RSF, China es, ahora mismo, una zona prioritaria, por la que estamos muy preocupados. En Xinjiang, los uigures, la minoría musulmana, están siendo encarcelados en campos de concentración. Las autoridades chinas dicen que pretenden convertirles en mejores ciudadanos, pero en realidad se trata de una ofensiva contra su religión y de establecer un sistema de control policial que se parece mucho al de algunas distopías, como la que retrata la serie ''Black Mirror'': mediante tecnología punta, con reconocimiento facial e inteligencia artificial. Hay un proceso de destrucción de una minoría», denuncia Armada.

El régimen chino ya demostró en el Tíbet que no está dispuesto a tolerar que una religión se atreva a disputar espacio al Partido. Desde hace años, las noticias que llegan de Xinjiang hablan de demolición de mezquitas, como la medieval de Kargilik. Desde noviembre, de un gran mecanismo de persecución contra los uigures, después de que el diario estadounidense The New York Times publicara unos documentos que demostraban que hay campos de concentración en la región, una prueba definitiva de la mano dura que Pekín aplica en la zona. «Los periodistas que denuncian la situación son detenidos y encarcelados. Hay 120 en prisión, que sepamos, porque hay otros casos de los que no tenemos registro. Las condiciones de arresto son tremendas. China tiene un comportamiento implacable. En parte, eso explica la reacción de los jóvenes de Hong Kong, ante el temor de que los métodos del Partido también se apliquen allí», señala Armada.

Tanto en Hong Kong como en Xinjiang, el régimen chino se enfrenta a las ansias secesionistas de parte de la población, harta de ser pisoteada por la bota roja.

«Los periodistas que denuncian la situación de los uigures son detenidos y encarcelados. Hay 120 en prisión, que sepamos, porque hay otros casos de los que no tenemos registro», lamenta Alfonso Armada

Seguimiento incansable

Con diez muertos cada uno, México, que teóricamente está en paz, y Siria, donde la guerra dura ya ocho años, encabezan la lista de países donde más periodistas fueron asesinados durante 2019. De cara al año que viene, RSF se ha propuesto vigilar ambos territorios, aunque sin dejar otras preocupaciones a un lado. Además de China, «con un modelo que potencia el desarrollo económico y desprecia las libertades», y Estados Unidos, con «el nacionalismo populista de Trump», la organización prestará mucha atención a Arabia Saudí: «Hay más de treinta periodistas encarcelados. Más de un año después del asesinato de Jamal Khashoggi, y de las pruebas que vinculan al régimen con su crimen, se sigue negociando con Riad», denuncia Armada. Rusia y la India, donde el acceso a internet está siendo restringido, también acapararán el interés de la organización. En España, el foco apuntará a Cataluña, donde los periodistas son hostigados por hacer su trabajo, a veces con reproches que resultan tan ridículos como inquietantes: «La periodista Laila Jiménez fue increpada por una señora independentista que le pidió que se fuera ''a su país''. Cuando Jiménez le respondió que ella era catalana, la señora le dijo: ''Sí, pero tú no naciste bien''», explica el presidente de la sección española.

Reporteros Sin Fronteras seguirá con atención el estado de la libertad de prensa en China, Estados Unidos, Arabia Saudí, Rusia o India. En España, se fijará en Cataluña, donde ha habido casos de reporteros hostigados mientras cubrían protestas en las calles

Desde luego, la lucha por la libertad de prensa dignifica a los países, poniendo a prueba la solidez de su democracia. Así lo ha demostrado la investigación de la muerte de Daphne Caruana Galizia, la periodista maltesa asesinada con un coche bomba en 2017, que ha dejado al descubierto la madeja de corrupción que anidaba en la isla. Su hijo Matthew, que acudió el pasado martes a la presentación del informe de RSF en Madrid, tuvo unas palabras que animan a imitar su lucha, como recuerda Armada: «Matthew recordó que el movimiento cívico, en Malta, ha logrado que varios ministros dimitan, y que el primer ministro, Joseph Muscat, prometa que lo va a hacer a principios de enero. La investigación ha progresado y el caso no ha quedado impune». Un desenlace que también merecen los otros 49 periodistas muertos por ejercer su oficio en 2019.

La hora del ciudadano

Como zafarse del puño con el que los regímenes autoritarios ahogan el derecho a la libertad de prensa no es tarea fácil, en China, pero también en territorios ocupados como el Sáhara Occidental o países sacudidos por la violencia, como Afganistán, son ciudadanos que sueñan con la democracia y la paz los que sustituyen a los periodistas profesionales, intentando llevar a cabo sus tareas con cámaras de vídeo, fotografía o escribiendo en páginas de internet.

El informe de RSF, que respalda esa labor, ofrece datos que ponen de manifiesto el importante papel que cumplen esos ciudadanos: en China, por ejemplo, «más del 40% de los periodistas encarcelados no son profesionales», porque «la prensa tradicional cada vez [está] más vigilada y bloqueada»; en Afganistán, «el número de corresponsales extranjeros en Kabul ha bajado a la mitad desde 2014», dejando un vacío informativo que han cubierto personas de a pie.

«En RSF -explica Alfonso Armada, presidente de la sección española de la organización-, reconocemos el trabajo de esos ciudadanos. No es la situación ideal, pero cuando las circunstancias políticas son las que son, y el periodismo se tiene que realizar en territorios donde el régimen es dictatorial o totalitario, el periodismo ciudadano se encarga de informar».