Ni duda cabe que existe un distanciamiento personal e institucional entre las alcaldesas de Acapulco y Chilpancingo, Abelina López y Otilia Hernández, por un lado, y la gobernadora Evelyn Salgado Pineda por el otro. Tal como se ve, en muchos años no habíamos tenido tal nivel de desencuentro entre la administración estatal y las dos alcaldías más importantes de Guerrero. Esta historia truculenta comenzó en agosto hace un año, cuando ambas alcaldesas -con pleno respaldo del diputado local Alfredo Sánchez Esquivel y de la diputada federal Rosario Merlín- intentaron tomar por asalto la dirigencia política de Morena desafiando al senador Félix Salgado Macedonio, a quien se considera el jefe político de se partido en el estado.
El resultado de esa intentona no pudo ser más atroz para los alzados.
Contra lo que pudiera pensarse, nunca se produjo un choque político abierto entre Félix
y sus detractores, quienes argumentaban que no debía entregarse tanto poder a un solo
hombre -aunque en el entorno nacional un solo hombre detenta todo el poder en el
mismo partido-.
Los desencuentros que presenciamos ahora son consecuencia de la conducta anómala y
ambiciosa de quienes pretendieron tomar el cielo por asalto:
-Abelina enfrenta el costo de su disensión, sin tomar en cuenta que está inmersa en un
expediente de investigación por la desaparición de dos marinos y por haber inyectado a su
campaña recursos de un operador financiero de los Zetas.
-Otilia también está bajo investigación por mantener una relación sospechosa con los
capos de dos grupos delictivos enfrentados, lo que ha sumido a la capital del estado en
una orgía de sangre.
-Aunque finge demencia, el diputado Sánchez Esquivel fue expulsado de Morena por
ofender de forma soez a una de sus pares, además de que aún debe aclarar el caso del
derribo de la biblioteca del Congreso sin haber consultado al pleno de los diputados del
Congreso, lo que lo podría enviar a la cárcel.
-Merlín se percató a tiempo del error que estaba cometiendo y, al parecer, tomó
distancia de los conspiradores.
Tanto las alcaldesas López y Hernández, como el propio Sánchez Esquivel, podrían ir a
prisión dependiendo de la evolución de los expedientes legales respectivos, lo que
constituiría la primera purga al interior de Morena en Guerrero, lo que podría ocurrir
inclusive antes de los comicios federales del año que viene.
El caso es que, como reza aquella premisa coloquial, el pez por su boca muere: esta
situación legal en proceso para los tres rebeldes morenistas se produjo por sus propios
errores o sus ambiciones, como usted lo quiera ver.
Hasta el momento, pese a sus conductas cerriles, ninguno de los tres ha sido
reconvenido por la gobernadora Evelyn Salgado, quien ha mantenido una distancia
prudente de todos ellos, tanto para evitar algún roce como para mantener precisamente
una actitud de cautela política.
Pero las señales de la ruptura han sido evidentes desde el exterior de Guerrero. La
primera, cuando Mario Delgado Carrillo estuvo en Guerrero para reunirse con liderazgos
femeninos prominentes de Morena, evento que se llevó a cabo en Chilpancingo sin que se
invitara a la alcaldesa Norma Otilia Hernández, lo que seguro le causó un entripado a la
primera edil.
La segunda señal fue durante la gira del presidente Andrés Manuel López Obrador, quien
presidió desde Acapulco la conferencia mañanera sin abrirle espacio a la alcaldesa Abelina
López, quien estuvo ausente de su gira.
En ambos eventos, ocurridos el pasado mes de agosto, la exclusión fue más que
evidente: ambas cayeron de la gracia del poderoso tlatoani. Por ello, se presume su
derrumbe como inminente, lo que incluye al diputado falsario Sánchez Esquivel, quien
accedió a la curul haciéndose pasar como indígena sin serlo (ese escaño era la cuota para
los pueblos indios).
Dada la influencia del presidente dentro de su partido, es probable que esos tres
emigren de Morena hacia otro partido o que busquen crear un nuevo movimiento
político, lo cual resulta francamente improbable, por no decir imposible -por lo menos en
el actual momento-.
Lo más probable es que, al menos uno de los tres, vaya a dar con sus huesos a prisión, lo
que sería un escarmiento para otros funcionarios o ediles de Morena que cometan actos
ilegales en los momentos en que todo el país se encuentra en la antesala de los históricos
comicios de 2024.
¿Alguien podría decirle a los complotados que en los hechos están a punto no sólo de
ser excluidos, sino de ser encarcelados? ¿Acaso no recuerdan el caso de Rosario Robles
Berlanga, que se reía de la posibilidad de ser sometida a proceso? Claro que no son las
mismas condiciones ni los mismos protagonistas, pero estamos ante una oportunidad
dorada para que López Obrador ofrezca una víctima propiciatoria a la militancia fanatizada
de Morena, así como a los votantes potenciales de todo el país.
Y, con ello, se allegue de un mayor número de votos en Guerrero, que es uno de los
reservorios de sufragios de Morena para la coyuntura histórica del año que viene. Y si algo
no perdona AMLO es la deslealtad.
Pareciera un escenario descabellado, pero no lo eche usted en saco roto, estimado
lector y lectora.
La situación se pondrá bastante interesante. Vaya por sus palomitas.