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Fallece John Lewis, icono de la lucha por los derechos civiles de la minoría negra

Política
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Lewis sirvió en la Cámara de Representantes de EE.UU. desde 1987, donde se le conocía como la «conciencia del Congreso»

(ABC) John Lewis murió este viernes después de haberse partido el cráneo toda su vida, de forma figurada y literal, en la lucha contra la discriminación legal de los negros en EE.UU. y el racismo estructural. Fue uno de los líderes de la marcha histórica de Selma a Montgomery el 7 de marzo de 1965 para exigir un derecho de voto verdadero para la minoría negra. Les esperaba un batallón de policía al otro lado del puente Edmund Pettus, a la salida de Selma (Alabama). A Lewis, que iba en primera fila, le abrieron la cabeza a porrazos. Pero las fotos y el vídeo de la descarga, diseminados por la televisión, conmovieron a EE.UU. y forzaron la aprobación de la Ley de Derecho al Voto, aprobada en agosto de ese año.

Así fue la vida de Lewis, que ha muerto a los 80 años por un cáncer de páncreas. Un hombre corajudo y terco, que puso su cuerpo por delante para avanzar en la igualdad, la libertad y los derechos humanos para todos. Como veinteañero, peleó contra la segregación racial que sobrevivía en el Sur de EE.UU. Él fue uno de los trece pioneros de los «Freedom Rides» de 1961, la ocupación de autobuses que se suponían solo para blancos. Le dejaron inconsciente y bañado en sangre en una estación de Montgomery, también en Alabama. Le pegaron, le insultaron, le escupieron por entrar en el baño que no correspondía. Le apagaron cigarrillos en la piel y le sacaron a patadas por pedir comida en un restaurante solo para blancos. Le detuvieron cuarenta veces entre 1961 y 1966. Recibió palizas de la policía y de hordas de racistas.

Él, como respuesta, eligió el camino de la no violencia. Él lo bautizó como «causar buenos problemas»: levantarse, organizarse, reclamar, desobedecer, bloquear. Fue pacífico, pero decidido. En 1961, apenas cumplidos los 20 años, fue uno de los seis oradores en la célebre marcha a Washington, en la que Martin Luther King pronunció su discurso: «He tenido un sueño». Los organizadores rebajaron la agresividad de las palabras de Lewis, que quería animar a los estadounidenses a ir «a marchar hacia el Sur, al corazón de la tierra Dixie, como hizo Sherman» -en alusión al general unionista de la Guerra Civil- y buscaba criticar al presidente John Fitzgerald Kennedy.

A finales de los 60, su activismo pacífico le quitó protagonismo con la irrupción del «Black Power», pero volvió a primera línea en la década de 1980, cuando consiguió un escaño en la Cámara de Representantes en representación de Georgia. Ha permanecido en el Congreso desde entonces, dando la batalla por las mismas ideas que defendió con King: igualdad, justicia social y oposición a la guerra.

Su marcha se produce en la resaca de protestas multitudinarias en EE.UU. por el último episodio de abusos policiales contra la minoría negra, tras la muerte de George Floyd en Mineápolis. Lewis, convertido en un tótem político y social en EE.UU., ha saludado las manifestaciones de Black Lives Matter, que consideró «mucho más multitudinarias e inclusivas» que las de su tiempo. «No habrá vuelta atrás», dijo en una entrevista en CBS.

Pero también advirtió, ante la violencia en muchas de estas protestas, que el camino debe ser pacífico: «Los disturbios, los saqueos y los incendios no son el camino. Organizaos. Protestad. Haced sentadas. Votad. Sed constructivos, no destructivos».